Este laboratorio es la pesadilla de cualquier juguete. Aquí, los investigadores les someten a todo tipo de torturas para comprobar si son aptos para que los niños jueguen con ellos.
Peluches, camiones, carritos… todos deben soportar complicadas pruebas de fuerza. Someterse a ensayos químicos e incluso demostrar cuán inflamables son.
Cada año, los exámenes son más rigurosos, pero también lo es la reglamentación. “La situación mejora, pero también podemos decir que la reglamentación se ve reforzada a lo largo de los años”, señala Laurent Finon, responsable del laboratorio.
Todo para que estas navidades, los más pequeños se lo pasen en grande sin tener ningún problema.