ZOË MASSEY
Esta es la primera vez que me siento a escribir mi columna sin muchas ganas por todo lo que leo en redes sociales, en los titulares de los periódicos, por lo que oigo en las calles. Estamos mal, barrio, y no vamos a avanzar hasta que no aceptemos que hacerlo depende de todos y que los beneficios, derechos y respetos que buscamos no deben ser solo personales; sino grupales, masivos.
He tenido la suerte este año de conocer gente que está haciendo cosas por el país que muchos ni imaginarían, que salvan bosques de la selva por iniciativa propia, que protegen a los animales de nosotros mismos, que alimentan a quienes no tienen qué comer, que enseñan lo que saben para crear en otros acción y reacción que les ayude a seguir creciendo, que incentivan la creatividad y la expresión.
Gente que enseña a correr olas para sensibilizar a los chicos y alejarlos de las drogas y la violencia o que arma una biblioteca en una zona muy ajena a su propia realidad solo con el fin de llevar a los adolescentes por camino distinto al pandillaje. Y con cero asistencialismo, que en nuestro país es un problema gigante y no una solución (ahora que se vienen las elecciones, el asistencialismo se verá en aumento). Quisiera saber que hay más gente así y que no vamos a depender del elegido de turno, ya que viendo las opciones que tenemos lo único que generan en mí son mareos, rabia y hasta náuseas. Pareciera que nadie se salva y nadie quiere de verdad hacer cosas positivas por el país. Pero ahí lo dejo por ese lado.
Este año trajo más teatro, más danza, más exposiciones y eventos en un circuito alternativo cada vez más fuerte. Trajo muros amarillos y una respuesta masiva que hasta hoy me emociona. Trajo un primer festival de innovación social que espero que el próximo año tenga mayor acogida y más oídos atentos. Trajo buen cine, un festival gigante y conciertos para todos. ¿Pero qué deja? Espero que en cada uno haya dejado aprendizajes.
Hoy no te voy a recomendar ir a galerías porque el tráfico está tan pesado y la gente tan alterada (¿no era época de amor y paz?) que me odiarías, pero sí puedes ir al cine, que puede hacerte escapar de la locura un rato.
Mañana 24 se estrena Él me llamó Malala , la historia de Malala Yousafzai, la chica pakistaní que a sus 15 años fue baleada por los talibanes por ir a estudiar cuando en su país eso estaba prohibido para las mujeres (sí, así de doloroso). Ella sobrevivió, aún no se entiende cómo, pero sí por qué: para ser ejemplo, ser activista y hoy es una Premio Nobel de la Paz luchando en favor de la educación para las mujeres en su país. Es un documental que debes ver porque aunque aquí no nos balean, todavía sí nos segmentan y muchas mujeres no tienen las posibilidades de estudiar frente a la suerte opuesta que tienen sus hermanos hombres.
Y bueno… Star Wars , ¿no? De eso mucho no te tengo que hablar, pero me encantaría que algún cine pasara toda la saga para quienes no la han visto y así entrar con más emoción. Aún no la vi (así que ¡no me cuentes, pues!), pero ya sé que al oír la música se me pondrá la piel de gallina como ha pasado todas las veces anteriores (aunque sigo prefiriendo las historias de los episodios IV, V y VI).
Llega el fin de año y todo lo que te puedo desear es que el 2016 seamos mejores peruanos, con otros, con nosotros y con el país mismo. De corazón, es urgente: seámoslo.