MARÍA PÍA BARRIENTOS
¿Cuáles son los ingredientes de un gran show? Pues, aunque la receta nunca es exacta ni fácil de reproducir, tal vez podemos animarnos a sintetizarla en: un buen argumento, conflictos lo suficientemente poderosos (y con los que nos podamos sentir identificados) y personajes tan complejos como redondos. A partir de estos ingredientes, Netflix siempre se ha caracterizado por crear platillos más que suculentos y, sobretodo, únicos y originales. Lo vimos en la fresca “Orange is The New Black” y, por su puesto, en la que es, quizás, su obra maestra; “House of Cards”. ¿La empresa también logró hacerla linda con su primera producción latinoamericana? Aquí lo exploramos.
1. EL TEMA El primer elemento del programa es un acierto: explora los entretelones del mundo del fútbol. No debería sorprendernos que la compañía haya optado por enfocarse en la ‘vedette’ de Latinoamérica y la pasión de millones: el deporte rey.
2. EL CONFLICTO La historia comienza así: el patriarca del club mexicano Los Cuervos fallece de un momento a otro. Su muerte pone la historia en marcha. Sus dos hijos, quienes tienen una relación tensa, por decir lo menos, desean la presidencia del club. Él (‘Chava’) es un juerguero desprejuiciado y bastante tonto; ella (Isabel), una mujer controladora, vehemente y trabajadora que siente que ella merece el puesto. Este es el conflicto principal del show y su resolución deriva en múltiples situaciones. Da madeja para rato.
3. LOS PROTAGONISTAS Los hermanos Iglesias llevan, en gran medida, el peso de la acción sobre sus hombros. Luis Gerardo Méndez (‘Chava’) cumple. Su ‘timing’ cómico parece estarse afianzando a lo largo de los capítulos. Nos regala múltiples momentos humorísticos, pero su papel es, más bien, plano y sin muchos matices. Además de algo exagerado y no muy verosímil. Con Mariana Treviño sucede todo lo contrario. La actriz lleva con maestría el papel de la a veces insufrible Isabel y nos regala un personajes tan complejo, como rico e interesante. Definitivamente Treviño destaca entre el montón gracias a una actuación magistral que es capaz de llevarnos de la emoción a la risa en solo segundos.
4. ¿Y STEPHANIE? Hablemos de lo que probablemente querías leer cuando le diste click a este link. La peruana interpreta a Mary Luz Solari, la última novia del fallecido patriarca de Los Cuervos. ¿Una cazafortunas o una pobre inocente que tuvo la mala suerte de salir embarazada de un hombre que moriría al poco tiempo? El personaje de Cayo se mueve entre estos dos supuestos y, probablemente, esta es la única contradicción del papel que interpreta. Las contradicciones tienden a dotar de realismo a los personajes, los hacen más interesantes y nos hacen más fácil identificarnos con ellos y agarrarles cariño. Tal vez por ello, ‘Mary Luz’ es, a ratos, no mucho más que una caricatura, que el arquetipo de la típica chica linda que se mete con el viejo con plata. Esto no es culpa de la peruana, sino más bien de la forma en la que el personaje está construido. Stephanie cumple, no luce sobreactuada, ni fingida y logra dotar de naturalidad a un personaje que parece nacido del estereotipo. Le creemos el papel de la ‘tontita’ (o de la que se hace la descerebrada) y eso ya es bastante.
5. EL HUMOR “Club de Cuervos” es, en síntesis, una comedia con algunas pinceladas dramáticas que, dosificadas como están, logran cargarla de emotividad. El humor es, a ratos, disparatado. Sin embargo, su carga emotiva nos ayuda a mantener los pies en la tierra y no sentir que estamos viendo una parodia. Saca risas, más no carcajadas.
¿Y ENTONCES? “Club de Cuervos” funciona. Quizás no se trate de la típica comedia adictiva que te tragarás entera en dos días; pero sí es un producto que entretiene, que es agradable ver. Plantea una historia que engancha, unos personajes (especialmente el de Isabel) suficientemente interesantes y un mundo al que todo latinoamericano (ya sea por la devoción al fútbol o al chisme) disfruta explorarando; el del deporte rey. Aún le falta cuajar, establecerse, desarrollarse. Sin embargo, la verdad es que promete (y bastante).