El Carnaval de Rio, que comienza oficialmente este viernes, atrae a seis millones de personas pero equivale a una auténtica pesadilla para miles de cariocas que huyen de la batucada, los ríos de cerveza y todos los excesos que caracterizan a la mayor fiesta a cielo abierto del mundo.
El gobierno de Rio de Janeiro calcula que unos seis millones de personas (incluidos 900.000 turistas) participarán este año de los cinco días de fiesta. Pero hay miles de cariocas que por motivos religiosos o porque detestan el barullo y las multitudes aprovechan los días feriados para escapar de la ‘cidade maravilhosa’.
Para Ana Carolina Mascarenhas, una estudiante de 18 años, el Carnaval no es sinónimo de diversión, sino de reflexión. Es evangélica, y pasará por tercer año consecutivo el Carnaval en un retiro espiritual organizado por la Iglesia Maranata en Xerém, a 50 km de Rio.
Estos días de excesos en Rio son para ella la oportunidad “de encontrar amigos, de dividir ese momento de oración y de profundizar la fe”.
“El carnaval tiene muchas cosas que lo distancian a uno de Dios, entonces prefiero aprovechar este momento para orar”, dijo a la AFP.
“Demonización”
Los evangélicos son cada vez más numerosos en Brasil, donde superan los 42 millones, y se oponen a fiestas profanas y al consumo de alcohol. Para la enorme mayoría, el carnaval es una fiesta profana a evitar a toda costa.
“El carnaval es la gran fiesta de Rio de Janeiro. Un momento en que la ciudad puede mostrar a sí misma, al país y al mundo su cara más alegre y creativa”, dijo a la AFP Felipe Ferreira, coordinador del Centro de Referencia del Carnaval de la Universidad de Rio de Janeiro (UERJ).
Pero “la demonización de la fiesta por parte de algunas religiones aparta a mucha gente del carnaval, aunque en su fuero más íntimo, a esta gente le guste la fiesta”, explicó Ferreira.
La Iglesia católica, que se prepara para recibir a fines de julio en Rio al Papa Benedicto XVI y a unos dos millones de jóvenes católicos en el marco de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), también organiza varios eventos para la semana carnavalesca, entre ellos campamentos.
“La alegría verdadera sólo es posible en presencia de Dios”, enfatizan sus organizadores en este país que tiene la mayor población católica del mundo: unos 123 millones de sus 194 millones de habitantes.
Unos pocos aprovechan el Carnaval para atraer fieles. Es el caso de la Iglesia Metodista de Rio, que respondió a la convocatoria del popular ‘bloco’ (grupo carnavalesco callejero) “Sobaco de Cristo”, ubicado justo abajo de la tradicional estatua del Cristo Redentor, con un gran letrero: “No se quede sólo con el sobaco. Conozca a Cristo entero”.
Aburridísimo
Pero también hay muchos no religiosos que detestan el Carnaval.
Thaís Estevão, una ingeniera de 25 años, encuentra “aburridísimo quedarme saltando y bailando durante horas, además de la multitud de gente que nunca vi en mi vida, la mugre en el piso y la música demasiado fuerte”. Este año, pretende refugiarse con amigos en Itaipava, en la región de las sierras del estado de Rio.
Las agencias de viajes se frotan las manos ante estos potenciales clientes y compiten para venderles paquetes para alejarse de la “gran folia” (gran locura), apodo del carnaval carioca.
La agencia Marsans ofrece escaparse del Carnaval en un crucero que pasa por Buenos Aires, Punta del Este, Porto Belo y Santos, por 1.300 dólares. Su rival Submarino Viagens sugiere paquetes para Curitiba, Belo Horizonte y Foz do Iguaçu a partir de 315 dólares, con hotel y pasaje aéreo.
Otra opción es internarse en un spa, que ofrecen también paquetes de Carnaval para quien quiera relajarse en vez de bailar hasta que los pies queden reventados. El spa Donne, del exclusivo barrio de Leblon, ofrece reducciones de 10% en sus masajes y terapias para estos días.