Medio siglo después de los primeros Juegos Olímpicos de Tokio en 1964, la capital quiere ser todavía más bella y acogedora para los de 2020, pero para el ciudadano Kohei Jinno, los trabajos de preparación tienen un gusto amargo.
Para los Juegos Olímpicos de 1964 tuvo que dejar sus propiedades, algo que le puede volver a ocurrir en 2020.
Mientras muchos japoneses celebraban la victoria de la candidatura de Tokio, anunciada el sábado 7 de septiembre por el Comité Olímpico Internacional (COI), Kohei Jinno maldecía su suerte.
En 1964, su casa y su comercio fueron destruidos para dejar sitio al parque olímpico que rodearía al estadio principal.
Ahora le vuelve a ocurrir lo mismo: se le pide que ceda el terreno para la reconstrucción y ampliación de los lugares de aquí a 2020.
“En el fondo de mí, guardo rencor a los Juegos Olímpicos”, declaró a la AFP.
Poco importa para Kohei Jinno que el nuevo estadio, de un coste de 975 millones de euros, que cuenta 80 000 plazas, esté cubierto de un techo retráctil y que su arquitectura recuerde a un casco de ciclista o a una cápsula espacial.
Lo que este comerciante ve es la desaparición de su apartamento y de su comercio de tabaco, en el interior de un pequeño mercado del barrio de Kasumigaoka, que fue renovado en 1963, a dos pasos del estadio de 1964, en el vasto jardín de un santuario. Jinno Kohei vive allí desde 1966.
Unos 200 hogares de Kasumigaoka, donde un tercio de la población tiene 70 años o más, deberán por lo tanto irse a vivir a otra parte. La ciudad les ofrece lugares en otros tres edificios municipales.
“Es posible que vaya a un lugar donde será imposible abrir un comercio de tabaco. En ese caso, perdería mi razón de vivir”, afirma.
Según él, las sumas gastadas para los Juegos serían más útiles en el noreste del país, muy afectado por el tsunami de 2011.
Según la ciudad de Tokio, igual que los primeros Juegos en la capital simbolizaban el regreso de Japón al seno de la comunidad de naciones tras la Segunda Guerra, el proyecto olímpico de 2020 ayudará a la zona devastada a levantarse y volverá a dar moral a los habitantes, dos años y medio después de la catástrofe que mató a más de 18.000 personas y provocó un accidente nuclear en Fukushima.
En 1964, lugares olímpicos futuristas en la época habían florecido a través de la ciudad. Al mismo tiempo surgió un tren de gran velocidad, el Shinkansen, y fue inaugurada una vasta red de carreteras metropolitana, además de un monorrail que iba hasta el aeropuerto de la capital, Haneda.
Con los Juegos de 2020 vendrá una nueva ola de inversiones, de menor amplitud pero que constituye un buen negocio para las empresas del archipiélago en general y la industria de la construcción en particular.
La capital prevé gastar unos 400.000 millones de yens (más de 3.000 millones de euros) para la construcción de sitios olímpicos, incluida la villa de los atletas y los centros de prensa.
De los 35 sitios olímpicos, 20 serán construidos, la mayor parte frente al mar, para deportes como la natación, el básquet y el hockey sobre hierba.
También se harán carreteras o se renovarán por más de 4.000 millones de euros. El 85% de los lugares de competición estará a menos de ocho km de la villa olímpica, que será edificada (por un coste de 825 millones de euros) en terrenos ganados al mar, no lejos del barrio de Ginza.
Los Juegos de 2020 servirán también para renovar las infraestructuras y edificios que como el del señor Kohei Jinno fueron construidos en los años 1950 y 1960, antes de que fueran claramente definidas las normas antisísmicas ahora impuestas.