Fuente: Mongabay Latam / Autor: Sharon Guynup / Traducido por: Natalia Steckel
Se corrió el comentario de que había un chimpancé pequeño en venta en la ruta cerca de Aketi, un pueblo en la zona más remota del norte de la República Democrática del Congo (DRC). El vendedor era un oficial de policía, que había sacado a la cría de SIFORCO, una concesión maderera a unas sesenta millas de distancia.
Laura Darby, una investigadora estadounidense de primates que trabajaba en la zona, fue a investigar.
El oficial le preguntó cuánto pagaría por el animal. Ella explicó que tener chimpancés era ilegal y que la política de su equipo era ofrecer un dólar de recompensa. Le dijo que para la mañana siguiente averiguaría si había lugar en alguno de los dos santuarios para chimpancés en el país.
Al día siguiente, sus colegas Djodjo y Richard fueron a recoger al huérfano. Regresaron rápido… conmocionados. ‘Nos dijo que se lo habían comido’, señaló Richard.
Poco después, los convocaron desde la estación de policía. El chimpancé bebé estaba allí, gritando y bien vivo, atado a la puerta de una celda.
El teniente de la estación restó importancia a la mentira de que habían matado a la cría. Le dijo a Darby que los hombres que habían ‘salvado’ al chimpancé habían gastado dinero en combustible y en alimento para ‘rescatarlo’, por lo que ella debía darles un montón de efectivo.
Ella respondió que, aun si fueran hombres honorables, si hacía lo que él le pedía, todo el pueblo se enteraría de que la gente blanca pagaba mucho dinero por un chimpancé. Por lo tanto, muchas más personas intentarían atrapar a uno para venderlo.
Él cedió con tristeza. Uno de los oficiales cortó la soga atada al tobillo de la cría y les entregó la custodia de ‘Souza’. Nadie fue acusado de posesión de vida silvestre en peligro de extinción, un delito que en la DRC puede significar de tres a cinco años de prisión y una multa de hasta USD 8200.
En total, Darby y su equipo encontraron 44 chimpancés huérfanos en un año, durante un estudio sobre primates en el 2009, pero solo hubo un arresto. Probablemente, las madres de los huérfanos habían sido asesinadas debido al comercio ilegal de carne de animales silvestres. Los investigadores encontraron a los chimpancés en campos mineros y madereros, en pueblos y ciudades; uno se lo dejaron medio muerto en una pequeña canasta frente a la puerta. Todos estaban deshidratados, hambrientos y aterrados. ‘Algunos no los lograron. La mayoría no lo hacen’, indicó ella; incluido Souza.
Si bien no era su función rescatar sobrevivientes, Darby y su equipo de investigación lograron salvar cinco chimpancés y los llevaron hasta el Centro de Rehabilitación de Primates de Lwiro en Bukavu, en el este de la República Democrática del Congo.
Pero, por cada cría que se trafica o se salva, mucho miembros de la manada original fueron asesinados y probablemente vendidos como carne de animales silvestres, según explica Doug Cress, ex coordinador para la Sociedad por la Supervivencia de los Grandes Simios (GRASP, por sus siglas en inglés), una organización perteneciente a las Naciones Unidas, para la que Darby trabaja en la actualidad. ‘Cada vez que se confisca un chimpancé, se puede marcar unos diez más que ya no existen. Eso da una sensación de destrucción’, afirma él. Teniendo en cuenta esos cálculos, significa que por los 44 huérfanos identificados por el equipo de Darby, alrededor de 440 chimpancés fueron asesinados y comidos.
‘Lo describimos como un genocidio de chimpancés’, recuerda Darby.
Una disminución rápida
La caza furtiva para proveer al comercio ilegal de carne de animales silvestres representa la mayor amenaza para la supervivencia de los cinco grandes simios de África: dos especies de gorilas (el occidental, Gorilla gorilla, y el oriental, Gorilla beringei), el chimpancé (Pan troglodytes) y el bonobo (Pan paniscus). Seis de las nueve subespecies de África están a un paso de la extinción, incluidos los cinco tipos de gorilas.
La desaparición de los grandes simios africanos ha sido rápida. A finales del siglo XX, alrededor de un millón de chimpancés vivían en el ámbito silvestre. Desde entonces, dos tercios de nuestros parientes vivos más cercanos han sido eliminados. Quedan unos 340 000, según el Instituto Jane Goodall (IGJ).
En 1994, justo antes de que la RDC estallara en una guerra civil catastrófica, que duraría una década, un censo de la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en inglés) registró 17 000 gorilas orientales de planicie (Gorilla beringei graueri). Dos décadas más tarde, quedan 3800: el 77 % desapareció; muchos de ellos fueron cazados y comidos o vendidos como carne de animales silvestres por varias milicias armadas varias milicias armadas.
Tal vez entre 250 y 300 gorilas occidentales del río Cross (Gorilla gorilla diehli) sobreviven en fragmentos de bosques montañosos entre Nigeria y Camerún. Nadie sabe con exactitud cuántos bonobos quedan en cuatro parques desconectados en la RDC, una zona de conflicto donde hay mucha cacería.
La caza furtiva representa la mayor amenaza, aun cuando todos los grandes simios africanos están protegidos por leyes nacionales e internacionales en cada país donde habitan, lo que hace que sea ilegal matar, capturar o comerciar grandes simios vivos o partes de sus cuerpos.
Hay una lista de motivos de su disminución, incluidos la pérdida de hábitat por la deforestación, la agricultura industrial y los asentamientos en expansión. Algunos son capturados para el comercio de mascotas o para la venta en lugares turísticos en Oriente Medio, China y Sudeste Asiático; algunos son asesinados para la medicina tradicional o como amuletos mágicos.
Otra amenaza son las enfermedades humanas: debido a nuestra genética casi idéntica, los grandes simios pueden morir de gripe común, influenza, Ébola y otras enfermedades contagiosas. Sacrificar simios y comer su carne también puede transmitir enfermedades virulentas a las personas.
¿Cuán frágil es la supervivencia de los simios? ‘No son buenas noticias en la mayoría de los lugares —sostiene Cress. Con cantidades tan bajas, las especies podrían desaparecer en un abrir y cerrar de ojos—. Un turista va al Parque Nacional Virunga, estornuda en el lugar incorrecto y, de pronto, tenemos una epidemia que elimina a los últimos 880 gorilas de montaña. Y los chimpancés occidentales se ven seriamente afectados en Sierra Leona, Guinea y Liberia, lugares muy difíciles de vigilar’.
Tradiciones sobre la carne de animales silvestres
También está la amenaza de la carne de animales silvestres. Durante milenios, la carne de animales silvestres era una fuente valiosa de proteínas para las personas que vivían en los bosques a lo largo de África ecuatorial. Pero que los africanos rurales coman carne de simio es, principalmente, un fenómeno cultural. Existe una tradición de comer grandes simios en África central y occidental; en Tanzania, Uganda y otras partes de África oriental no es así.
En más de 300 entrevistas sobre hábitos alimenticios en el centro-norte del Congo, Darby descubrió que, si bien la mayoría de la gente comía simios, ciertos grupos tenían prohibiciones estrictas. Una tribu, por ejemplo, considera que los chimpancés son sus parientes debido a un casamiento legendario entre un ancestro y su novia chimpancé; y uno no se come a la familia. Para otros grupos está prohibido comer crías que aún están en época de lactancia.
Existen algunos nichos de mercado para la carne de grandes simios. Servir ciertas ‘exquisiteces’ —incluidos simios— en cenas, banquetes y otras reuniones formales es un signo de prestigio entre la élite adinerada del continente. Como resultado, existen grandes incentivos financieros para los cazadores furtivos: los ricos pagan precios exorbitantes.
También hay una pequeña demanda de medicina tradicional. Se cree que consumir partes de grandes simios te hará más fuerte o más viril, según comenta Darby. ‘No están publicitados para mujeres’, agrega ella. Las manos, los pies y la cabeza pueden llegar a un buen precio por su uso en la magia negra: los compran los curanderos, en especial, en Camerún, Senegal y Guinea.
La tala y la minería industriales provocan un aumento de la carne de animales silvestres
En la década del ochenta, los primates y otros animales silvestres comenzaron a desaparecer a un ritmo alarmante de los bosques de África central y occidental. En 1989, el reportero gráfico Karl Amman y el biólogo de campo Ian Redmond investigaron la situación de forma independiente y descubrieron un mercado en alza para la carne silvestre que coincidía con la extensión de la tala y de la minería a escala industrial.
Las grandes concesiones madereras ofrecían trabajo, y la gente invadió los bosques. En la RDC, la abundancia de oro, diamantes y coltán (utilizado en aparatos electrónicos) atrajo empresas, mineros artesanales, oficiales gubernamentales y militares corruptos, y miembros de más de 70 milicias; todos sacaban rédito de las riquezas minerales.
Esta mano de obra enorme necesitaba alimentarse. Los trabajadores estaban en medio del bosque sin ninguna fuente de alimento ni actividad agrícola, según explica Marc Fourrier, director de conservación de especies para el Instituto Jane Goodall.
Esa situación disparó el comercio próspero e indiscriminado de carne de animales silvestres; los cazadores comerciales seguían a los campos o vivían en pueblos aledaños. Masacraban animales en grandes cantidades, incluyendo simios y otras especies en peligro de extinción. Según Cress, para alimentar a todos esos mineros y leñadores ‘debes matar, y matar mucho’.
Campos de la muerte en África
La UICN sostiene que las facciones rebeldes y los soldados mal pagados se suman a la demanda, además de facilitar el flujo de armas, municiones, tráfico de carne de animales silvestres y de animales vivos, que intensifican el problema de la caza furtiva.
Los cazadores (a veces, con la ayuda de militares y de funcionarios locales) actúan inclusive en parques nacionales y en sitios declarados Patrimonio de la Humanidad, lo que representa una particular amenaza a los bonobos, a los gorilas orientales de planicie y a los gorilas occidentales del río Cross, que viven en una zona de distribución limitada.
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