¿Y si Napoleón hubiera ganado en Waterloo?

El 18 de junio de 1815, Napoleón fue derrotado en Waterloo y perdió definitivamente el poder, pero si hubiera ganado, ¿habría construido el imperio que soñaba, de Finisterre hasta China? ¿Se habría producido la Segunda Guerra Mundial? Estas preguntas fascinan desde hace años a los novelistas, pero también a los historiadores más rigurosos.

Para empezar, si hubiera vencido a los ingleses de Wellington y a los prusianos de Blücher en la batalla de Waterloo, al sur de Bruselas, el emperador había retomado su camino hasta el norte de Alemania, considera el historiador Helmut Stubbe da Luz, consultado por la AFP.

“Bremen, Hamburgo y Lübeck se habrían convertido en francesas de nuevo”, sostiene este especialista de Hamburgo, la gran ciudad portuaria alemana incorporada al imperio francés a finales de 1810.

Aunque ese escenario debe tomarse con reservas, reconoce Da Luz, ya que, incluso si Napoleón hubiera derrotado a la coalición ese 18 de junio, las monarquías europeas no se habrían dado por vencidas y habrían continuado batallando.

Waterloo “fue una victoria total para los Aliados, pero [de haberse invertido el resultado] no habría sido una victoria total para Napoleón”, explica el historiador belga Philippe Raxhon, experto de esta histórica batalla.

Ahora bien, suponiendo que Bonaparte hubiera vencido a sus enemigos directos, “de haber realizado sus proyectos originales de 1810, entonces sí habría invadido de nuevo Rusia y extendido su imperio, potencialmente, hasta las fronteras de China”, considera Stubbe da Luz.

En el siglo XIX, el escritor francés Louis Geoffroy imaginó un escenario aún más atrevido. En su novela “Napoleón y la conquista del mundo, 1812-1832”, escrita en 1836, describe cómo Bonaparte logra someter a China, convertida en una simple “provincia de Asia”.

En esta ucronía —género literario que imagina qué hubiera ocurrido si un evento histórico no se hubiera producido— Geoffroy se remonta a tres años antes de Waterloo.

“He escrito la historia de Napoleón desde 1812 hasta 1832, desde Moscú en llamas hasta su monarquía universal y su muerte. Veinte años de una grandeza que crecía incesantemente y que lo elevó a la cima de una omnipotencia sobre la cual no hay nada más que Dios”, escribió como introducción el autor, cuyo nombre real era Luis-Napolón Geoffroy-Château.

¿Grandeza? Para Stubbe da Luz, a fin de cuentas, “Napoleón era un dictador”.

“Pero no un dictador reaccionario como el zar de Rusia”, concede. Para el historiador, un reino napoleónico en la Europa continental, equilibrado por la supremacía marítima inglesa, no significaría forzosamente un retroceso para la Humanidad.

Una Alemania menos fuerte

“La dictadura de desarrollo que Napoleón exportó a los países bajo su dominación supuso una regresión en comparación con el progreso de la Revolución Francesa”, pero no fue mala para las sociedades de Alemania, Holanda, Italia y España, opina. Allí introdujo “la igualdad de derechos para las minorías religiosas y la población rural, el derecho de voto para los hombres, un sistema jurídico sin parangón o un espacio económico extendido”, enumera el especialista.

Con prudencia, Stubbe da Luz imagina una “Europa continental dominada por Francia” durante todo el siglo XIX. En ese supuesto, Alemania no se habría hecho tan fuerte, y por tanto “probablemente no habría estado en disposición de provocar una Primera Guerra Mundial”.

Imaginar una historia paralela es un ejercicio de alto vuelo para los historiadores. “Las causas de los acontecimientos son innumerables”, recuerda Philippe Raxhon, de la universidad de Lieja.

Los novelistas, por su parte, no tienen inconveniente en dejarse llevar por su imaginación. En su ‘best seller’ “Fatherland”, publicado en 1992, el británico Robert Harris imagina una Alemania preparándose para la visita, en 1964, de Joseph Peter Kennedy” (el padre de “JFK”) a Adolf Hitler, vencedor de la Segunda Guerra Mundial. Una guerra que, según otros escenarios, no habría tenido lugar si Napoleón hubiera ganado en Waterloo.

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