Por: Daniel Lozano/Metro World News, desde Caracas
Arropado por una marea blanca que eludió el gigantesco cerco policial, el líder opositor reapareció a las 12 del mediodía, aproximadamente, tras cinco días en la clandestinidad. Se subió como pudo al pedestal y lanzó su discurso al país: ‘¡Despierta Venezuela! Si mi encarcelamiento despertara al pueblo, valdrá la pena’.
Sin soltar la bandera tricolor venezolana de la mano, con una camiseta blanca con la leyenda ‘El que se cansa, pierde’ y un gran crucifijo sobre su pecho, López subió a su esposa al estrecho pedestal. La besó y se despidió. De ella y de todo un país. Se bajó del estrado mientras la multitud le gritaba ‘¡No estás solo!’, López se entregó a la Guardia Nacional ante la emoción de sus partidarios.
‘Este jefe político fascista ya está en manos de la justicia’, clamó Nicolás Maduro tres horas después. El presidente siguió los acontecimientos desde el Palacio de Miraflores, rodeado por varios de sus ministros y salió solo para arengar a sus seguidores. Desde allí sorprendió al mundo una vez más: ‘Terminamos cuidando su vida. Le apresamos para evitar que le asesinaran’, dijo refiriéndose a López.
A esa misma hora, López recorría la ciudad, primero en una tanqueta militar, luego en un vehículo y finalmente en un helicóptero hasta el Palacio de Justicia. Mañana mismo comparecerá ante el juez, quien decidirá su destino próximo. El opositor está acusado de terrorismo y homicidio, entre otros delitos, por los hechos violentos del 12F, pese a que testigos, grabaciones y fotografías inculpan a oficialistas, ya sean agentes de inteligencia o paramilitares.
La marea blanca no abandonó a López durante todo el día. Clase media militante y estudiantes encorajinados, que gritaban un eslogan tras otro: ‘¡Y no y no y no me da la gana, una dictadura igualita a la cubana!’ o ‘No es un golpe, es una marcha’.
Momentos de mucha tensión que reflejan, en buena parte, lo que Venezuela es hoy. Publimetro pudo ser testigo de uno de esos significativos momentos. Un hombre moreno, vestido con camisa blanca y pantalón jean decidió acercarse a una de las barricadas de la Policía Nacional Bolivariana. Su objetivo era hacerles cómplices de su mensaje de paz y amor.
Hablando pausado, pero lleno de determinación, el protagonista de esta pequeña historia se dirigió a los agentes: ‘Yo soy igual a ti, y no porque esté aquí, soy un escuálido (insulto que Chávez utilizaba para denominar a los opositores). Vengo de un barrio popular y los problemas que te afectan a ti, me afectan a mí también. Escúchennos’, exclamó.
Con este reportero como testigo, uno de los efectivos de la policía fue vencido por la emoción: Se le aguaron los ojos y apretó los labios. Luego el hombre, que llevaba una Constitución en la mano, se despidió y volvió sobre sus pasos para perderse entre la multitud. Y es que no toda Venezuela cree en la confrontación.