Los huracanes o ciclones tropicales, como Grace que se formó esta semana en el Golfo de México, se caracterizan por una concentración de nubes giratorias, que causan vientos muy veloces y mucha lluvia.
Los ciclones que ocurren en el hemisferio norte giran en sentido contrario a las manecillas del reloj. También en el hemisferio sur ocurren ciclones, pero sus vientos giran en el sentido de las manecillas del reloj.
La palabra ciclón, que viene del griego círculo en movimiento, fue acuñada por el científico británico Henry Piddington, que hizo algunos de los primeros estudios meteorológicos sobre este tipo de tormentas, a mediados del siglo XIX.
Ciclón sigue siendo una denominación general de estas tormentas, pero se llaman huracanes si son una tormenta que se forma en el Atlántico Norte, el Caribe y el noreste del Pacífico. También existen los tifones, que son ciclones que ocurren en el Pacífico Sur o el Océano Índico.
Pero todas estas tormentas tienen una dinámica similar, relacionada con las condiciones del mar y de la atmósfera.
Anatomía de un huracán
Los huracanes pueden tener una fuerza destructiva muy grande, ya sea por la velocidad de sus vientos o por la cantidad de agua que pueden transportar.
Para que un huracán nazca, deben existir en el océano aguas de templadas a cálidas y tormentas, para que se comiencen a agrupar.
Los huracanes se forman de una celda de tormentas eléctricas que jalan el aire caliente sobre la superficie del océano y lo llevan a partes altas de la atmósfera.
La energía térmica del aire caliente, se convierte en energía cinética, que impulsa los vientos circulares del huracán, que giran alrededor de un punto de baja presión: el ojo del huracán, que puede tener una extensión de 30-50 km, dentro del que hay calma.
Pero alrededor del ojo está la pared del huracán, que es un anillo de nubes que tiene vientos que alcanzan las velocidades máximas del huracán.
Además el huracán lleva mucha agua, pues a su pared de vientos huracanados, la rodean bandas de lluvia: nubes curvas que se extienden por decenas de kilómetros, y que son las que llevan la precipitación.
Tormentas tropicales y huracanes
Cuando los vientos de una tormenta tropical alcanzan más de 118 km/h entonces es cuando se le denomina huracán.
La escala Saffir-Simpson clasifica los huracanes dependiendo de la velocidad de los vientos y los daños potenciales
Esa escala fue desarrollada en la década de 1970, por el meteorólogo Robert Simpson y el ingeniero civil Herbert Saffir. Las velocidades de los vientos en cada categoría son:
- 1: 119-153 km/h
- 2: 154-177 km/h
- 3: 178-208 km/h
- 4: 209-251 km/h
- 5: más de 252 km/h
Por supuesto que los vientos son parte del peligro de un huracán: pueden derribar árboles, postes de luz y con eso causar apagones, además de desprender techos o dañar severamente construcciones. Pero el agua que traen también es muy peligrosa.
Huracanes y clima
Las marejadas ciclónicas, son inundaciones causadas por los vientos del huracán que empujan el agua del mar sobre la tierra adentro, a veces a 100 km o más de las costas.
En zonas alejadas de la costa, aunque los vientos ya no sean intensos, la lluvia que llevan también es peligrosa: causa deslizamientos de tierra, que pueden caer sobre personas, casas o poblados enteros.
Aunque los huracanes pueden parecernos terribles por la destrucción que causan, en realidad son una forma de regular el clima: con ellos la energía calorífica del océano circula por la Tierra.
Por esa razón el cambio climático global que aumenta la temperatura de los océanos, ha hecho más propicia la formación de huracanes.
Así que hoy más que nunca, estudiarlos ayudará a hacer mejores sistemas de alertamiento que puedan salvar vidas.