Milagros AgurtoNutricionistaCoach de Vida – Empresarial – Salud
Cuando salimos a comer a la calle, de pronto a nuestro restaurante preferido o a uno nuevo que queremos conocer, el ritual es más o menos igual: llegamos, nos sentamos, hacemos el pedido y comemos felices lo que nos han servido.
De igual manera, cuando hacemos las compras en el supermercado o la bodega, escogemos los alimentos con la convicción de que estamos brindándole salud a nuestra familia y a nosotros mismos.
¿Pero qué ocurre cuando ese alimento sano y sagrado que elegimos como parte de la hoy tan mencionada ‘alimentación saludable’ se convierte en un vehículo de enfermedades porque alguien no respetó las buenas prácticas de manipulación? La historia comienza en un conocido café de Benavides con Velasco Astete; estaba en la caja para recoger el pedido de bocaditos que había hecho cuando vi a una de las colaboradoras limpiar con un trapo el mostrador de la vitrina e inmediatamente después limpiar las pinzas del pan con el mismo trapo.
Entonces le pregunté: ‘¿Se está dando cuenta de lo que está haciendo?’. Obviamente, me miró con cara de ‘¿quién yo?’. Y con una sonrisa de medio lado y sin darse por aludida siguió con la meticulosa limpieza. De inmediato, le increpé y le dije: ‘Lo que estás haciendo viola todas las normas sanitarias y estás provocando la contaminación de las pinzas con las que tocas el pan y todos los dulces’.
No le importó. Así que busqué a la persona encargada del negocio y ¿qué creen? Había una señora reclamando porque el señor que atendía las mesas había limpiado el plato donde puso el sánguche, con el trapo que había limpiado la mesa. La señora le decía: ‘Eso no me lo voy a comer, y no voy a decir nada; pero el hombre que ves ahí es médico de Digesa y si le digo lo que ha pasado, te cierra el negocio’.
Por supuesto, también le expliqué mi caso. La cara de la encargada era la de una mujer abrumada por la vergüenza; lamentablemente, no brindó ninguna respuesta inmediata a un suceso tan asqueroso, por decir lo menos.
Pero las historias no se quedan ahí. El lunes estaba en un conocido mall de Surco, tomando un café en un conocido lugar cerca de los cines y la librería. ¿Y qué creen? Estaba repleto, aunque pude sentarme en un lugar privilegiado, mirando directamente al gran laboratorio que es la cocina, lugar que hoy está abierto al público en muchos restaurantes y donde se puede ver con lujo de detalle cada movimiento de los cocineros.
En este caso, yo estaba distraída leyendo un libro, el cual cerré al pedir la cuenta. Como se demoraron, puede ver con lujo de detalles lo que ocurría en ese espacio de donde los platos salen ricos, pero no necesariamente saludables. Había una persona que estaba haciendo la crema chantillí o algún batido similar.
Allí observé cómo metió el dedo a la preparación para sacar un poco de producto y probar; lo peor de todo es que luego de chuparse el dedo, volvió a meterlo en esa rica crema que servirán en algún delicioso postre. Y cuando sirvieron un postre con helado, en lugar de usar las cucharas para ponerlo sobre el brownie o el keke, usaron los dedos. Ojalá se hayan lavado las manos después de ir al baño.
Lo mismo ocurre en el supermercado al comprar los embutidos. Las personas que nos atienden lucen ‘impecables’ con sus guantes agarrando los jamones. Sin embargo, minutos antes probablemente han limpiado la máquina y el mostrador con esos mismos guantes. Al no cambiarlos y al no lavarse las manos, toda esa cochinada pasa a los alimentos, los cuales podrían provocar alguna enfermedad.
Si bien todas estas personas tienen nuestra salud en sus manos, no estaría mal recordarles a los dueños y administradores de los negocios que la manipulación de alimentos es un tema vital. No hay alimentación saludable si no hablamos de una correcta manipulación.
Las personas que están en contacto directo con los alimentos deben respetar las normas sanitarias respecto al lavado de manos y estar siempre atentos a la limpieza de instrumentos, mostradores y cuidados en la enfermedad.
Tienen que contar con gel, lavamanos y jabón; y usarlos. Y deben cambiarse los guantes cada vez que atienden a una persona. Los alimentos necesitan brindar salud desde todo punto de vista. Por ello, nosotros los consumidores debemos siempre reclamar y pedir explicaciones cuando veamos que esto no se cumple.
Asimismo, los negocios tienen la obligación de darnos productos sanos y las entidades responsables (Digesa, municipios, entre otros) de verificar la calidad de los mismos y hacer siempre lo correcto, sin esperar un brote infeccioso, la visita de una personalidad o que algún programa de televisión haga una inspección sorpresa.
ATENTO A ESTAS SEÑALES
- Las enfermedades transmitidas por alimentos presentan tres tipos de síntomas.
- Síntomas comunes. Estos son vómitos, diarrea, náuseas y calambres abdominales.
- Síntomas frecuentes. Fiebre, dolor de cabeza, escalofríos y mareos.
- Síntomas no comunes. Latidos irregulares del corazón, piel enrojecida y dificultad de respirar.
- Una de cada 4 personas sufre un episodio de enfermedad transmitida por alimentos en la región.
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