Una palabra triple: cunnilingus. En Londres, alguien tuvo la idea de reinventar las reglas del venerable juego de componer palabras del Scrabble para dar un toque picante y erótico a las veladas de citas rápidas.
La velada lleva el nombre de “Dirty Scrabble”, “Scrabble sucio”, y atrae a una veintena de londinenses, jóvenes y no tan jóvenes, a un cómodo salón privado de un pub del barrio de Hammersmith, en una noche desapacible de otoño.
Música sugerente, luces ténues, velas, cócteles…. La noche tiene todos los ingredientes para que estos solteros se conozcan y vayan más allá si hay afinidad.
Fue Jordi Sinclair, un joven empresario especializado en la organización de veladas lúdicas, quien tuvo la idea de mezclar citas rápidas (“speed dating”) y un Scrabble especial.
Palabras que rompen barreras
“El Scrabble está bien, pero para conocer a gente es un poco demasiado intelectual”, explicó a la AFP este treintañero, que vestía camiseta negra y pantalón vaquero desgarrado.
Efectivamente, el Scrabble es un juego de paciencia que requiere concentración y se ajusta mal al ritmo desenfrenado y la tensión de esos encuentros cronometrados propios de las citas rápidas organizadas.
Para acomodarse a ellas, los organizadores cambiaron las reglas del juego: en el Dirty Scrabble no se cuentan los puntos, hay 11 letras en vez de 7 y pueden tomarse licencias con la ortografía.
Pero sobre todo, insistió Jordi Sinclair, hay que encontrar las palabras “más sexys posibles”, sin censura, restricción o tabúes. “Es más fácil hablar de sexo cuando lo tienes escrito delante de las narices”, añadió.
Sentados alrededor de una mesa de Scrabble, de dos en dos, los solteros tienen siete minutos para jugar y discutir antes de pasar a la mesa siguiente. Las palabras compuestas en los tableros reflejaban el desacomplejamiento.
De “hung” (“bien dotado”) a “heat” (“calor”), pasando por “boobs” (“pechos”) o “Dogy” (“la posición del perro”).
“Hay palabras gruesas”, bromeó Neil Shah, uno de los participantes, vestido aquella noche con un sueter rosa y una camisa blanca.
“Es divertido. Después de todo, la gente está relajada y usar un lenguaje ridículo rompe las barreras, te ríes y estás menos incómodo”.
Mejor que una aplicación
Tamara Jacobs rechaza los contactos virtuales y las aplicaciones y prefiere los encuentros de carne y hueso.
“No tengo tiempo de sentarme a hojear un catálogo de tipos (en internet) para decidir con quien valdría la pena conversar”, explicó esta mujer morena de 34 años, con un vestido de flores escotado.
En su tablero de Scrabble, un participante compuso la palabra “gozar”. “Uau, ¡empezamos fuerte!”, exclamó ella entre risas.
Si no hay afinidad entre los dos solteros, el Scrabble permite evitar los silencios pesados.
Al final de la velada, los participantes comunicaron en secreto a Jordi Sinclair a quién les gustaría seguir viendo, con la esperanza de hallar la media naranja.
Porque, al igual que ocurre en otras grandes ciudades, Londres cultiva la paradoja de ser un lugar difícil para hallar pareja pese a estar habitada por millones de personas.
Sin conocer los resultados de la velada, los participantes fueron abandonando el bar. Quizás el Dirty Scrabble les dio ideas.
AFP
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