Olvídese de las vallas eléctricas de alto voltaje y las alarmas antirrobo. En Sudáfrica, en la ciudad minera de Cullinan, industria del diamante, los ataúdes son lo último en la lucha contra el crimen.
Después de un aluvión de robos en su chatarrería, Rita y su marido encontraron un nuevo modelo disuasorio. Compraron un ataúd negro y el resto es historia…
“Lo compramos y mi marido dijo: ‘déjame simplemente que lo ponga, quizás nos ayude a mantener alejados a los ladrones’. Y lo hizo. Fue ¡guau! Tengo que decir toquemos madera, está funcionando. Robaban mucho, 500-1.000 rands cada vez. Calculas lo que supone una semana, un mes. Es una pérdida. De haber seguido así, tendríamos que haber cerrado nuestro negocio”, cuenta Rita Gatinho, directora de una empresa de chatarra.
Rita ha pasado de sufrir tres robos a la semana a ni uno solo desde que colocó el ataúd.
No quiere ofender a nadie, pero prefiere hacer uso de la superstición antes que de las pistolas para proteger su propiedad.