La Torre Eiffel de París, el monumento de pago más visitado del mundo, inauguró este lunes una primera planta renovada, con un espectacular suelo de vidrio y un recorrido museográfico modernizado.
El más amplio de los pisos de la torre es, paradójicamente, el menos frecuentado.
La Sociedad de Explotación de la Torre Eiffel (SETE) espera que esta renovación lo convierta en un espacio de fin de visita, consagrado a los servicios (tienda, restaurante) y al conocimiento del monumento.
La renovación de la planta costó 30 millones de euros y duró casi dos años, pero la Torre Eiffel no cerró nunca durante las obras.
En el medio de ese espacio de media hectárea, inaugurado el lunes por la alcalde de París Anne Hidalgo, el suelo opaco que bordeaba el vacío fue reemplazado por un suelo de vidrio, y la reja de protección por una pared de vidrio inclinada hacia el vacío.
La sensación, a 57 metros de altitud, es impresionante. La altura total de la Torre con las antenas es de 324 metros, la segunda planta se encuentra a 115 y la tercera a 276.
Dentro de su estructura de hierro, se registra un incesante flujo ascendente y descendente, ya que la Torre Eiffel es un gigantesco belvedere al que acuden cada año siete millones de turistas del mundo entero para contemplar París a sus pies.
Espaciar y administrar ese flujo interminable de gente es uno de los objetivos de la renovación de la primera planta, ya que la tercera tiene una capacidad máxima de 400 personas.
“El objetivo es subir lo más rápido posible, es un circuito similar a un sistema sanguíneo”, describe Wilhelm Dubelloy, alias “Wim”, recepcionista en la torre desde hace 13 años. Cada siete u ocho minutos, dos ascensores de dos niveles emprenden su rotación entre el suelo y el segundo piso. Para seguir subiendo hay que tomar uno de los “duolifts” que llevan al tercero.
En el primero, además del suelo de vidrio, se reconstruyeron los espacios de recepción del público y se modernizó el recorrido pedagógico. La SETE desea que los visitantes no sólo vengan por la vista, sino por la propia Torre Eiffel.
“No somos un museo, pero tenemos una historia”, declara una portavoz de la empresa administradora.
El “gen babélico”
El primer piso, con sus espacios de restaurante y de tienda, es un alto posible en el descenso para los visitantes que toman los ascensores. Y lo es tanto en el descenso como en el ascenso para los valientes que suben por la escalera hasta el segundo piso (¡671 escalones!), lo que hicieron poco más del cincuenta por ciento de los visitantes en 2013.
Delante del ascensor del primer piso, Wim invita a los turistas a venir a admirar “the new glass platform”. Algunos se dejan tentar, otros bajan directamente, considerando que han terminado la visita.
“Los atrae la cumbre, yo llamo a eso el ‘gen babélico’”, comenta con humor el director general de la SETE, Eric Spitz. El nuevo suelo, que bordea el núcleo vacío de la torre con una anchura máxima de 1,85 metro, puede dar sin embargo sensaciones vertiginosas.
“La idea es tener una sensación que no es la de la vista, sino la del vértigo, y en todo caso de altura y de transparencia”, afirma Spitz.
En la nueva plataforma, con el vacío visible bajo sus pies, algunos visitantes permanecen prudentemente en la parte opaca, al lado de la superficie de vidrio. Otros, sobre todo los niños, se entregan con regocijo y sin miedo a la contemplación de esa vista en picado, a 57 metros del nivel del suelo.