Y uno se pregunta ¿qué se compró después de los doce meses de abstinencia? “¡Unas medias!”, dice mientras degusta un capuchino en Leipzig, en la ex República Democrática Alemana (RDA).
“Y productos de higiene”, añade. Se acabó la fabricación casera de desodorantes, cremas para la cara y dentífricos 100% naturales. “Llegué incluso a elaborar yo misma el champú”, cuenta.
“Pero empezaba a parecerme al hombre de Neandertal. Y las personas que me conocen decían: ‘¡Ahora sí que has llegado demasiado lejos’!”, cuenta riendo.
A lo largo de un año, Greta Taubert, una periodista independiente, hizo trueque con faldas y pantalones, cavó la tierra para plantar repollos y patatas en una huerta colectiva y recorrió en autoestop más de 1.700 km para pasar las vacaciones en una vivienda de okupas en Barcelona…
La joven plasmó su experiencia en un libro (“¡Apocalipsis ahora!”) en el que narra su vida lejos de la sociedad de consumo.
Esta aventura comenzó un domingo por la tarde, en casa de su abuela, viendo un mantel de hule estampado con tartas de manzana, dulce de queso, galletas, canapés, café, azúcar… “‘Y cuando dije quiero leche, mi abuela colocó en la mesa leche con sabor a chocolate, a plátano, a vainilla y a fresa”, recuerda Greta.
“Nuestro sistema económico se basa en la perspectiva de un crecimiento infinito pero nuestro mundo ecológico es limitado”, escribió. “El mantra del más, más, más no nos va a llevar muy lejos”.
En Alemania, en 2012, casi siete millones de toneladas de alimentos aterrizaron en la basura, o sea un promedio de 81,6 kilos por persona.
Greta Taubert asegura que la crisis en Europa ha provocado una toma de conciencia de los límites del modelo económico actual. “Creo que la gente comprendió que no se ha solucionado nada con los planes de rescate y ni con el Mecanismo Europeo de Estabilidad”, sentencia.
De hecho algunos investigadores dan la voz de alarma. Los economistas británicos Robert y Edward Skidelsky estiman en el libro “How much is enough?” (¿Cuánto es suficiente?) que la búsqueda eterna de más prosperidad es una locura.
“Decir que mi objetivo en la vida es ganar más dinero es como decir que mi objetivo comiendo es ser cada vez más gordo”, estiman.
En Alemania y en otros países se multiplican las iniciativas basadas en una economía solidaria: con páginas web dedicadas a recoger alimentos, “tiendas” donde todo es gratuito o lugares para dejar los libros usados.
En su año de vida alternativa, Greta probó también los inodoros secos, que no utilizan agua y reciclan los excrementos.
“Hoy en día intento integrar en mi vida cotidiana lo que he aprendido durante este año pero estoy contenta de no vivir tan radicalmente”, concluye.