Martes por la noche no suena realmente a “premiación glamurosa”.
Nos han entrenado para esperar esos domingos, cuando puedes pasar una noche perezosa viendo a los reporteros de E! con trajes de gala esperando para que lleguen las estrellas mientras haces otras cosas. Los domingos son elegantes. Los martes no.
Pero la atribulada Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood probablemente no tuvo mucho que decir al respecto si querían que los Globos de Oro volvieran a la televisión a tiempo para su 80 aniversario. Así que fue en martes.
Una buena parte de Hollywood se dio cita, actuando como si no fuera un día lluvioso entre semana en el sur de California y como si hace apenas un año no hubiesen protestado por la premiación. Brad Pitt y Angela Bassett llegaron al igual que Steven Spielberg y Ryan Coogler. Todos hicieron su papel.
Hubo vestidos de gala y esmóquines, pajaritas, diamantes, escotes y peinados altos. Eddie Redmayne incluso llevó una gran flor de satín al estilo Carrie Bradshaw sobre su solapa. En la alfombra color plata, Laverne Cox se extasió con las actuaciones nominadas de Austin Butler y Michelle Yeoh, en “Elvis” y “Everything Everywhere All At Once” (“Todo en todas partes al mismo tiempo”) respectivamente. Nadie parecía demasiado preocupado por estar ahí.
¿Cuánto piensa el público, fuera de los pocos selectos que son fans del internet y el cine, realmente sobre la organización que vota sobre esos premios? Una vez que se apagan las luces todo se trata del show que está justo enfrente de ellos, las estrellas, los discursos, las risas. Pero el maestro de ceremonias, Jerrod Carmichael, se aseguró de recordarle a todos las feas verdades detrás del brillo y los signos de dólares del comienzo.
En el gran salón del hotel Beverly Hilton, los premios fueron para buenas personas que dieron buenos discursos emotivos.
Ke Huy Quan, quien ganó el primer premio de la noche por su gran regreso al cine en “Everything Everywhere All At Once”, conmovió los corazones al agradecer a Spielberg por darle su primera oportunidad. Las cámaras estaban listas para mostrar al director, quien se alegró por el niño que dirigió hace casi cuatro décadas en “Indiana Jones and the Temple of Doom” (“Indiana Jones y el templo maldito”).
Jeremy Allen White, quien saltó a la fama con “The Bear”, se estremeció cuando mencionó a su querido y fallecido mánager Chris Huvane, y dijo “gracias” al salir deslumbrado del escenario. Jennifer Coolidge de “The White Lotus’” no fue la única que reflexionó sobre su propia carrera y vida en el escenario. Incluso Spielberg, quien suele ser estoico, tenía los ojos llorosos cuando tuvo su turno en el podio.
El salón parecía como un bar a media luz, con champaña interminable sobre las mesas y una pianista ataviada con plumas blancas que le daba giros dramáticos al tema de “Sex and the City” y veía sensualmente a las cámaras.
Bassett y Quinta Brunson aprendieron a la mala que leer discursos de aceptación de sus celulares fue quizá un error, pues sus familiares y amigos inundaron sus teléfonos con mensajes de felicitación por sus triunfos. Colin Farrell usó su discurso para elogiar la interpretación de la actriz cubano-española Ana de Armas en “Blonde” (“Rubia”) así como a todos sus colaboradores en “Banshees of Inisherin” incluyendo a la burrita Jenny. Farrell y Yeoh rechazaron la música de piano con la que trataron de cortar sus discursos.
“¡Silencio, por favor!”, dijo la actriz estrella de películas de acción a la pianista. “Te puedo dar una paliza”.
No fue sino hasta una hora después que Carmichael salió a aclarar que la mujer que aparecía en el piano, Chloe Flower, no era la que estaba retirando a muchos de los ganadores. Era una pista grabada, dijo.
De muchas maneras, los ganadores de actuación en cine, Yeoh, Butler, Farrell y Quan, en los Globos parecían como un posible ensayo de aquellos que podrían subir al escenario en la noche de los Oscar en marzo. ¿Eso es bueno?
Depende de a quién se le pregunta. Para aquellos que hacen campaña el valor es claro. Para los que lo ven, podría simplemente empezar a sentirse redundante. Además, esos premios llegaron muy temprano en la gala que, a pesar de cortar los discursos agresivamente, se prolongó más allá de las 11:00 pm de Nueva York (0400 GMT).
Carmichael mantuvo a la sala despierta cuando ya estaba bastante avanzada la noche al salir con “las tres estatuillas de los Globos de Oro que devolvió Tom Cruise” y al sugerir que se podían usar a cambio del “regreso seguro de Shelly Miscavige”, la esposa del líder de la Iglesia de la Cienciología David Miscavige, quien no ha sido vista en público por años.
“Como sea, por favor den la bienvenida a Glen Powell y Jay Ellis de ‘Top Gun: Maverick’”, dijo después Carmichael al presentar a dos compañeros de reparto de Cruise.
Momentos después, Shelly Miscavige era tendencia en Twitter.
“Es algo bueno que Tom no esté aquí”, dijo Ellis. Técnicamente lo dijo por algo más, pero también no.
Más adelante, Carmichael hizo un chiste sobre Will Smith diciendo que le habían dado el “premio Rock Hudson al mejor retrato de la masculinidad en televisión” durante un corte a comerciales.
El comediante fue el hilo que hizo interesante la premiación, pues fuera de eso fue típica. ¿Qué dirá ahora? Se preguntaban todos. Carmichael hizo que Ricky Gervais pareciera mesurado. Pero más allá de lo impredecible de su maestro de ceremonias, la 80ª entrega de los Globos de Oro fue simplemente eso: típica.
Hubo momentos realmente conmovedores y otros realmente aburridos y la noche se volvió menos y menos climática a medida que avanzaba. ¿Quién tomó la decisión de presentar la mayoría de los premios importantes de cine al comienzo de la gala? Para cuando Eddie Murphy finalmente recibió su reconocimiento Cecil B. DeMille e hizo su propio chiste sobre Smith, se sentía como que la premiación ya había pasado por su cuarto final. Pero aún había estatuillas por entregar, el discurso obligatorio de la presidenta de la HFPA y un llamado a Quentin Tarantino.
¿Qué es lo que realmente queremos de una premiación? Esa es la gran pregunta existencial que no sólo acongoja a los Globos de Oro. Un poco de Coolidge, Regina Hall y un alcoholizado y hambriento Mike White nunca hacen daño. Sólo queda algo definitivo: Es difícil hacer una fiesta de gran regreso en martes.