KIEV (AP) — Una enfermera que fue herida por un francotirador ruso fue sacada a escondidas envuelta en sábanas. Otro, incapaz de soportar la idea de trabajar para las personas que destruyeron su hogar, huyó por una puerta lateral y salió caminando entre las devastadas calles de Mariúpol.
Los médicos se quitaron sus batas y se pusieron su ropa común. Y así, uno por uno, el personal del hospital más grande en la región de Donetsk, en el este de Ucrania, huía mientras las fuerzas rusas tomaban el control del centro de la ciudad.
Meses después, unos 30 empleados del Hospital Número 2 de Mariúpol se han reencontrado en Kiev. Junto con 30 especialistas de un hospital cardíaco en Kramatorsk, una ciudad de Donetsk que sigue bajo control ucraniano, están abriendo una versión reducida de un hospital público, a fin de ayudar a los ucranianos desplazados que requieren de atención médica.
Dmytro Gavro, un enfermero que estudia para convertirse en cardiólogo, recuerda a cada niño que llegó al hospital en Mariúpol durante los oscuros días de marzo, cuando la ciudad se encontraba sitiada y bajo incesantes ataques después de la invasión rusa del 24 de febrero.
“Los recuerdo a todos, desde la primera niña que nos trajeron hasta los últimos dos niños, que llegaron poco antes de la ocupación del hospital”, dijo Gavro.
Relató que huyó de Mariúpol porque no soportaba la idea de trabajar para los rusos, quienes se enfocaron en la ciudad portuaria que consideraban un objetivo estratégico, doblegándola luego de 86 días de ataques.
“No podía obedecer a quienes destruyeron mi vida”, expresó. “No tengo ni una foto, ni un recuerdo de mi infancia. No tengo ni una foto de mi familia, no tengo ni una foto de mis padres mientras yo crecía. Todo en mi casa se quemó”.
Acompañado por los únicos que entendían por lo que había pasado, Gavro, de 21 años, considera el nuevo hospital en la capital ucraniana como una especie de resurrección.
“Es precisamente nuestro hospital lo que demuestra eso, que todo es posible. Todo es posible, puedes empezar desde cero y crear algo nuevo”, expresó Gavro un día antes de que el hospital recibiera a un puñado de pacientes.
Buena parte de la infraestructura médica de Ucrania tendrá que ser reconstruida desde cero. La Organización Mundial de la Salud ha documentado 715 ataques a las instalaciones de salud en Ucrania durante la guerra.
El Centro de Atención Médica de Ucrania dio a conocer un estudio la semana pasada en el que señala que casi el 80% de las instalaciones médicas en Mariúpol fueron dañadas o quedaron destruidas, es decir, 82 de las 106 instalaciones que analizó el centro con una combinación de imágenes satelitales y relatos de testigos.
“Casi toda la infraestructura médica vital de la ciudad es parte de las instalaciones médicas destruidas”, indicó el estudio.
El último recuerdo de Maryna Gorbach del Hospital Número 2 no fue como enfermera, sino como paciente. Una bala disparada por un francotirador ruso impactó su mandíbula el 11 de marzo, mientras los tanques y los soldados de Moscú rodeaban el edificio.
Para entonces, el hospital atendía casi exclusivamente a víctimas civiles de la guerra, pero sus pasillos estaban repletos de residentes de Mariúpol que no tenían otro lugar a donde ir.
Dos hijas adolescentes de Gorbach se encontraban en el sótano de su casa en el otro lado de la ciudad, sin una idea de lo que le había ocurrido a su madre. Dos periodistas de The Associated Press que se encontraban ese día en el hospital fueron testigos de los disparos, así como de la aproximación de las fuerzas rusas esa misma noche.
Para el momento en que los soldados rusos tomaron el control del hospital el 13 de marzo, Gorbach apenas se mantenía en sí en el pabellón de cuidados intensivos.
“Contaron a los pacientes, contaron a los empleados, para que nadie se fuera. Dijeron que le dispararían a cualquier doctor que intentara salir”, recordó Gorbach, enfermera en el área de neurología. Tres días después, y de la manera más discreta posible, sus colegas la envolvieron entre sábanas, la subieron a un vehículo y se alejaron del lugar.
Gorbach no quería volver a trabajar en el área de servicios de salud.
Pero cuando finalmente llegó a Kiev, se encontró con los mismos colegas con los que había trabajado durante tanto tiempo y que después le salvaron la vida. Fue entonces que se dio cuenta de que algo había sanado.
“Reapareció el deseo de vivir”, declaró. “Habíamos pasado todo esto juntos. Por lo tanto, aquí nos entendemos el uno al otro sin decir palabras, con sólo una mirada. Los residentes de Maríupol ahora se entienden entre sí de esta manera, con palabras, con miradas, gestos y lágrimas”.
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Hinnant contribuyó desde París.