Marion Cotillard arranca los aplausos 'de cine' para una Juana de Arco "apocalíptica" en el Teatro Real

MADRID, 7 (EUROPA PRESS)

Directores como Pedro Almodóvar o Fernando León de Aranoa y actrices como Carmen Maura, Emma Suárez, Aitana Sánchez-Gijón, Ángela Molina, Irene Escolar Toni Acosta o Goya Toledo no han querido perderse esta puesta en escena en el coliseo madrileño, donde también han acudido otros rostros de la política como la vicepresidenta económica del Gobierno, Nadia Calviño, o de las letras, como el filósofo Javier Gomá.

A Cotillard, que volvía a un papel que ya interpretó en el año 2005 y al que siempre quiso regresar como manera de homenajear a su madre --predecesora en el personaje--, se le ha visto sonriente al final de la obra. La expectación por ver a una actriz de Hollywood recitando --eso sí, sin cantar-- estaba presente desde el primer momento entre los espectadores del coliseo madrileño.

Es precisamente Cotillard quien abre la obra --segunda en el programa, tras una suerte de preludio--, vestida con unos vaqueros y junto al personaje del padre Dominique, para dar paso a esa estructura de 'flashbacks' que tanto recuerda a una película.

De esta manera, el texto propone un viaje por la mente de la heroína, en el que por supuesto tendrá especial importancia el final en la hoguera. Pese a que el personaje de Cotillard es recitativo, el equipo artístico reconocía la dificultad del papel para alguien que viene de fuera del mundo operístico por la importancia de acompasar las entradas musicales.

"No sé si ella sabe solfeo o no y, después de haber visto los ensayos, no hace ni falta preguntarlo: da igual, porque lo hace tal y como viene en la partitura", admitía el director orquestal, Juanjo Mena, también muy aplaudido esta noche de estreno. La propia Cotillard explicaba en los prolegómenos que la obra fue escrita teniendo en cuenta que el ritmo y la prosodia irían orientada a los actores, por lo que ya había algo ganado para alguien que no viene del mundo operístico.

Rodeada de "hooligans" --o casi zombies, si se traslada a ese futuro apocalíptico-- antes de su proceso, Juana de Arco sufrirá una farsa de juicio que culmina con un símbolo de 'luz' y esperanza. En la puesta en escena de La Fura dels Baus, se divide el espacio en dos para dejar clara la dicotomía entre cielo y el infierno (terrenal).

Todo transcurre en la mente de esta Juana de Arco humanizada, pero la idea es la de mostrar una sociedad con estructuras feudales --al socaire de las predicciones de Umberto Eco-- en la que los trabajadores de los principales estamentos ya no son personas, sino animales. La escenografía incluye coches, bañeras...todo ello, para conformar un mundo postindustrial que remite al presente.

El juez Porcus, el fiscal Asno y un jurado de borregos conforman un juicio sui generis, en el que la traducción de las palabras de Juana de Arco terminan por ser una especie de teléfono estropeado. La música "grotesca" ideada por el compositor Arthur Honegger acompaña estos momentos de desconcierto. "Es una obra muy extraña para todo el mundo", reconocía Matabosch en la rueda de prensa previa.

De hecho, 'Juana de Arco en la hoguera' fue en su época un libreto y una puesta en escena que podría considerarse 'anti-ópera', pues rechazaba de plano el canon de grandes obras clásicas de la lírica y la idea de una ópera como forma de arte. La ironía es que, pasado el tiempo y habiendo superado la postmodernidad, observar este espectáculo hoy en día es lo más cercano a la idea de ópera que se puede tener entre las nuevas generaciones.

LOS NAZIS Y LA INVASIÓN DE UCRANIA

Esta obra fue concebida en los años 30 del siglo pasado, por lo que el auge del nazismo estaba perfectamente recogido. De ahí las reminiscencias a la situación actual, trayendo a colación la invasión rusa en Ucrania. Ollé reconoce esa "rabiosa actualidad", aunque insistiendo en que la obra expone "la condición humana": esta apocalipsis funciona en cualquier momento.

En total, serán ocho funciones --hasta el próximo 17 de junio-- de este oratorio dramático, unido a una cantata previa 'La damoiselle élue' de Debussy, que sirve para completar una obra en principio concebida como pieza individual --la escasa duración llevó a esta solución, que termina por ofrecer casi dos horas de música y actuación--.

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