Un mundo desgastado por los desastres será golpeado con más fuerza por ellos en los próximos años, según un informe publicado el lunes por Naciones Unidas.
Si continúan las tendencias actuales, el mundo pasará de unos 400 desastres por año en 2015 a 560 catástrofes anuales para el 2030, señala el informe científico de la Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres (UNDRR). En comparación, de 1970 al 2000, el mundo sufrió de 90 a 100 desastres de escala media a grande al año, según el informe.
El número de olas de calor extremo en 2030 será tres veces mayor al de 2001, y habrá 30% más sequías, pronostica el informe. No sólo son desastres naturales intensificados por el cambio climático, es el COVID-19, colapsos económicos y escasez de alimentos. El cambio climático tiene una huella enorme en la cantidad de desastres, indican los autores del informe.
Las personas no han comprendido cuánto cuestan ya los desastres hoy día, dijo Mami Mizutori, jefa de la UNDRR. “Si no nos adelantamos a la curva, llegará un momento en que no podamos lidiar con las consecuencias del desastre”, agregó. “Estamos en este círculo vicioso”.
Eso significa que la sociedad debe reconsiderar cómo financia, gestiona y habla sobre el riesgo de los desastres y qué valora más, dice el informe. Aproximadamente 90% del gasto de los desastres actualmente va para la atención de emergencias, y sólo 6% para reconstrucción y 4% para prevención, dijo Mizutori en una entrevista del lunes.
No todos los huracanes o sismos tienen que convertirse en un desastre, agregó Mizutori. Mucho daño se evita con planeación y prevención.
En 1990, los desastres le costaban al mundo unos 70.000 millones de dólares al año. Ahora le cuestan más de 170.000 millones de dólares, y eso es después de ajustar la inflación, señalan los autores del informe. Eso tampoco incluye los costos indirectos en los que pocas veces pensamos, dijo Mizutori.
Durante años, las muertes por desastres disminuyeron constantemente porque mejoraron las advertencias y la prevención, agregó Mizutori. Pero en los últimos cinco años, las muertes por desastres son “muchas más” que durante los cinco años previos, dijo el coautor del informe Roger Pulwarty, un meteorólogo y sociólogo de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos.
Eso se debe a que tanto el COVID-19 como los desastres por el cambio climático han llegado a lugares a donde antes no llegaban, como los ciclones tropicales en Mozambique, señaló Mizutori. También es por la forma como los desastres interactúan entre ellos y agravan el daño, como incendios forestales con olas de calor, o una guerra en Ucrania más escasez de alimentos y combustible, dijo Pulwarty.
Pulwarty agregó que si la sociedad cambia la forma como piensa sobre el riesgo y se prepara para los desastres, entonces el reciente aumento en muertes por desastres podría ser temporal. De otra forma, probablemente sea “la nueva anormalidad”.
Los desastres golpean con más fuerza a los países más pobres que a lo más ricos, ya que los costos de recuperación representan una mayor tajada en las economías de naciones que no pueden solventarlos, dijo el coautor Markus Enenkel, de la Iniciativa Humanitaria Harvard.
“Estos son eventos que pueden borrar avances en desarrollo logrados con dificultad, llevando a las comunidades ya vulnerables o a regiones enteras a una espiral descendente”, comentó.
La gran cantidad de desastres simplemente se van apilando, como pequeñas enfermedades que atacan y debilitan el sistema inmunitario del cuerpo, indicó Pulwarty.
El informe hace un llamado a una revisión a la forma en la que hablamos sobre el riesgo. Por ejemplo, en lugar de preguntar sobre las probabilidades de que haya un desastre este año (digamos 5%), los funcionarios deben pensar sobre las probabilidades en un periodo de 25 años, lo que lo vuelve casi seguro. Hablar de inundaciones en 100 años o probabilidades de que algo pase un par de veces en 100 años parece algo distante, dijo Mizutori.
“En un mundo de desconfianza y desinformación, esto es una clave para avanzar”, señaló Susan Cutter, codirectora del Instituto de Vulnerabilidad a Riesgos y Resiliencia de la Universidad de Carolina del Sur, quien no participó en el informe. “Podemos avanzar para reducir los impulsores subyacentes del riesgo: desigualdad, pobreza y, más importante, cambio climático”.
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Seth Borenstein está en Twitter como @borenbears
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