SAINT-SYMPHORIEN, Bélgica (AP) — Marcados por la pérdida de decenas de millones de vidas en sus territorios en dos guerras mundiales, muchos países de la Unión Europea desconfían desde entonces de subir su gasto militar.
Ahora, mientras crece la presión rusa en la frontera con Ucrania, enfrentan una dolorosa realidad: Europa sigue siendo muy dependiente de la fuerza de Estados Unidos para impedir otro posible gran conflicto en su zona de influencia.
Debido a los reparos de las últimas décadas hacia la defensa y la seguridad, “la UE no tiene casi nada que aportar», dijo Piotr Buras, experto del grupo de estudios European Council of Foreign Relations. “De modo que Rusia puede simplemente ignorarla”.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, es la voz más firme que desafía al presidente ruso, Vladimir Putin, en el continente europeo, y algunos funcionarios destacados europeos saben a lo que se enfrentan.
“Debemos tomar una decisión. O invertimos seriamente en nuestra capacidad colectiva para actuar, o aceptamos ser un objeto y no un sujeto en política exterior”, dijo esta semana el jefe de política exterior de la UE, Josep Borrell.
¿CÓMO HEMOS LLEGADO AQUÍ?
“Guerra, nunca más”, dice el libro de visitantes del cementerio militar de Saint-Symphorien al sur de Bruselas, donde están enterradas algunas de las primeras y las últimas víctimas de la I Guerra Mundial. Soldados alemanes junto a antiguos enemigos. A día de hoy todavía se exhuman cuerpos de la guerra de 1914-1918 en los campos de Flandes, a 100 kilómetros (60 millas) de distancia. Hay monumentos y lugares de recuerdo a los muertos de la guerra repartidos por todo el continente.
Después de que unos 36,5 millones de europeos murieran en la igualmente brutal II Guerra Mundial, estaba claro que las cosas debían cambiar de forma drástica.
Alemania, que desencadenó los dos conflictos globales, y la vecina Francia debían establecer una estrecha relación económica que hiciera la guerra prácticamente imposible.
La alianza que terminó creciendo para convertirse en la UE comenzó como una comunidad comercial centrada en el acero, el carbón y los productos agrícolas, no en soldados y bombas. Un intento de crear la Comunidad Europea de Defensa y un posible ejército europeo no llegó a concretarse y nunca obtuvo la ratificación francesa en 1954.
Después del papel decisivo de Estados Unidos para ganar las dos guerras mundiales y después en desarrollar un arsenal nuclear para hacer frente a la Unión Soviética, la dependencia de Washington se convirtió en la opción política por defecto para Europa.
POR QUÉ ESO ES UN PROBLEMA
Dentro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, creada en 1949, los europeos podrían cobijarse con comodidad bajo el poder militar estadounidense, que creció de forma significativa durante décadas mientras el gasto de muchos de sus aliados occidentales se quedaba atrás.
El cementerio de Saint-Symphorien está cerca de la sede militar de la OTAN, el Cuartel General Supremo de las Potencias Aliadas en Europa. Siempre está dirigido por un estadounidense, empezando por el general Dwight D. Eisenhower en 1952. Junto al cuartel general hay un restaurante llamado “Chez L’Oncle Sam” o “Casa del Tío Sam”, conocido por sus hamburguesas y platos Tex-Mex a la parrilla, y así es como se siente la OTAN a día de hoy.
La UE se ha convertido en una potencia económica global pero nunca desarrolló una estrategia de seguridad y defensa al mismo nivel.
“A menudo, la gente describe la UE como un gigante económico, pero también un enano político y un gusano militar. Sé que es un estereotipo. Pero, como muchos estereotipos, tiene un elemento básico de verdad”, dijo Borrell.
Esto quedó dolorosamente claro durante las guerras de los Balcanes de la década de 1990. El ministro luxemburgués de Exteriores, Jacques Poos, declaró que era “la hora de Europa”, pero fueron las tropas de la OTAN lideradas por Estados Unidos las que marcaron la diferencia.
Para empeorar las cosas, el proceso de toma de decisiones de la UE se hizo más complejo conforme crecía el bloque, ya que cada país podía amenazar con vetar medidas de política exterior y defensa. Muchas capitales europeas vieron esta semana con descontento cómo el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, visitaba a Putin. Trataba de estrechar relaciones aumentando las importaciones de gas natural en un momento en el que el resto de la UE quiere distanciarse de Moscú.
Los esfuerzos por aumentar el gasto europeo de defensa o integrar los sistemas armamentísticos han fracasado en su mayor parte.
Así es como resume la situación la OTAN en su sitio web: “La riqueza combinada de los aliados no estadounidenses, medida en PIB, supera la de Estados Unidos. Sin embargo, los aliados no estadounidenses en su conjunto gastan menos de la mitad de lo que se gasta Estados Unidos en defensa”.
Los presidentes de Estados Unidos del último medio siglo han expresado su descontento por la dependencia europea del Ejército estadounidense.
BIENESTAR FRENTE A ARMAS
Hay motivos políticos e históricos para esa brecha.
Estados Unidos estaba decidido en hacer suyo el siglo XX, y eso iba acompañado de un enorme gasto militar. En cambio, las democracias de la Europa Occidental de posguerra construyeron sus sociedades del bienestar. El gasto en hospitales y escuelas siempre superó al de tanques, y cualquier insinuación de gasto militar para respaldar una estrategia agresiva provocaba manifestaciones.
Incluso hoy, 15 años después de comprometerse a gastar el 2% del PIB en defensa, 13 miembros europeos de la OTAN siguen sin alcanzar esa cifra. El año pasado, países grandes como España, con un 1,02%, Italia, con un 1,41%, o Alemania, con un 1,53%, seguían sin alcanzar esa cifra.
Los defensores de la UE señalan que el grupo ganó el Nobel de la Paz de 2012 por mantener la paz continental. En lugar de una potencia dura, quiere ser un gigante del poder blando, con sus posiciones de liderazgo global en ayuda al desarrollo, cooperación económica y lazos culturales.
Pero en la crisis de Rusia y Ucrania, el poder blando no ofrece la capacidad de disuasión necesaria. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el primer ministro británico, Boris Johnson, que representan a las dos potencias nucleares europeas, tienen línea directa con Putin, mientras que la UE parece haberse quedado fuera de los esfuerzos diplomáticos una vez más.
“En el largo plazo, esta situación sólo puede cambiar si los propios europeos se ponen firmes”, escribió Alexander Mattelaer, del Egmont Royal Institute for International Relations. “Sólo desde una posición de fuerza relativa pueden hacerse progresos en la mesa de negociaciones con Moscú”.