ROMA (AP) — Utilizar o no utilizar mascarilla es una cuestión que Italia zanjó al principio del brote de COVID-19 con un rotundo “sí”. Ahora, la nación que en su día estuvo en el epicentro de la pandemia del coronavirus en Europa, espera que el endurecimiento de las normas sobre el uso del tapabocas le ayuden a superar la última ola de contagios.
Otros países europeos están tomando medidas similares mientras la nueva variante ómicron, más contagiosa y al parecer menos virulenta, se propaga por todo el continente.
Con las unidades de cuidados intensivos llenándose rápidamente de pacientes en su mayoría sin vacunar, el gobierno de Italia anunció en Nochebuena que el uso de las mascarillas FFP2 — que ofrecen más protección que las de tela o las quirúrgicas — sería obligatorio en el transporte público, incluyendo aviones, trenes, transbordadores y metro.
Y eso a pesar de que todos los pasajeros, a partir de esta semana, deben estar vacunados o haber superado recientemente el COVID-19. Las FFP2 también deben usarse ahora en teatros, cines y eventos deportivos, interiores o exteriores, y no pueden quitarse ni para comer o beber.
Italia ha recuperado la obligación de lucir barbijo al aire libre. Para los espacios cerrados nunca se había levantado, a pesar de que los contagios cayeron drásticamente durante el verano.
En una fría mañana esta semana en Roma, Lillo D’Amico, de 84 años, llevaba un gorro de lana y una mascarilla FFP2 blanca mientras compraba el diario el quiosco de su barrio.
“(Las mascarillas) valen poco dinero, son un pequeño sacrificio», dijo. “Cuando haces cuentas, cuestan mucho menos que la hospitalización».
Cuando se cruza con alguien de la minoría que no usa cubrebocas, mantiene la distancia. “Ellos las ven como una afrenta a su libertad”, agregó D’Amico encogiéndose de hombros.
España reinstauró su uso al aire libre en la víspera de Navidad. Luego de que la tasa de contagios a 14 días se disparase hasta las 2.722 infecciones diarias por cada 100.000 habitantes al final de la semana pasada — desde las 40 por cada 100.000 habitantes de octubre — el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, fue preguntado por si esta medida estaba ayudando.
“Por supuesto que sí. No lo digo yo. Es la propia ciencia la que lo dice porque (este) es un virus que se contrae al exhalar», explicó.
Portugal recuperó las mascarillas a finales de noviembre luego de retirarlas cuando cumplió su objetivo de vacunar al 86% de su población.
En Grecia, su uso es obligatorio también en exteriores, mientras que en el transporte público o en espacios públicos cerrados se exige una FFP2 o doble mascarilla quirúrgica.
Esta semana, el equipo de gestión de la pandemia en Holanda, recomendó la obligatoriedad del uso de mascarilla para los mayores de 13 años en lugares cerrados concurridos como restaurantes, museos y teatros, y para los espectadores de competiciones deportivas al aire libre. Esos lugares están cerrados por una orden de confinamiento que vence el viernes.
En Francia, la obligación de usar barbijo se restableció parcialmente a mediados de diciembre en muchas ciudades, incluyendo la capital, París. La edad mínima de uso se rebajó desde los 11 a los seis años.
Por su parte, el canciller de Austria, Karl Nehammer, anunció la semana pasada que la población debe usar FFP2 al aire libre en el caso de que no pueda mantener una distancia mínima de al menos dos metros (6,5 pies).
En Italia, donde hay más de dos millones de personas positivas al virus en una nación de 60 y donde las ausencias laborales están alterando los servicios de tren y bus, el gobierno considera que las mascarillas son una forma de permitir que la sociedad funcione más plenamente.
Quienes hayan recibido recientemente la segunda dosis de vacuna o la de refuerzo pueden evitar la cuarentena tras estar en contacto con un contagiado si utilizan una mascarilla FFP2 por 10 días.
El gobierno ha ordenado que el precio de venta de estos cubrebocas sea de 0,75 euros (0,85 dólares). En el primer año de la pandemia llegaron a costar 10 euros (11,50 dólares), y eso cuando había disponibles.
Los italianos las utilizan en toda la gama de colores. El padre de un bebé bautizado esta semana por le papa Francisco en la Capilla Sixtina vestía una de color burdeos, a juego con la corbata y el pañuelo de bolsillo. Pero el pontífice, que apenas ha utilizado mascarilla en público, no llevaba.
El lunes, la Ciudad del Vaticano exigió el uso de FFP2 en todos los espacios cerrados. El pequeño y amurallado estado, a un paso del corazón de Roma, también estipuló que sus trabajadores pueden evitar la cuarentena por contacto si, además de estar vacunado o de haber recibido la tercera dosis, utilizan este modelo de mascarillas.
Francisco pareció emplearla cuando, sorprendiendo a los compradores en Roma el martes en la noche, salió de una tienda de música cerca del Partenón antes de regresar de vuelta al Vaticano.
En Gran Bretaña, donde el primer ministro, Boris Johnson, se ha centrado en la vacunación, las mascarillas nunca han sido obligatorias al aire libre.
Pero este mes, el gobierno dijo que los estudiantes de secundaría deberían usarlas en clase. El secretario de Educación, Nadhim Zahawi, señaló que el mandato no se aplicará “ni un día más de lo necesario”.
Cuando el gobierno británico levantó las restricciones por la pandemia en julio de 2021 y el barbijo pasó de ser un requisito a una sugerencia, su usó cayó notablemente.
Nino Cartabellotta, presidente de la Fundación GIMBE, con sede en Bolonia y que monitorea la atención sanitaria en Italia, dijo que gran Bretaña es el ejemplo de lo que puede ocurrir cuando las medidas como el uso de mascarilla no se valoran.
“La situación en Gran Bretaña demostró que solo la vacunación no es suficiente» para superar la pandemia, aunque fue uno de los primeros países en comenzar a administrarlas, explicó en una entrevista en video.
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Los periodistas de The Associated Press Aritz Parra en Madrid, Barry Hatton en Lisboa, Elena Becatoros en Atenas, Jill Lawless en Londres, Sylvie Corbet en París, Mike Corder en La Haya y Frank Jordans en Berlín contribuyeron a este despacho.