’Apuntes de cuarentena’, por Verónica Klingenberger

POR VERÓNICA KLINGENBERGER – Periodista – @vklingenberger

  1. Ni a los guionistas de Black Mirror se les ocurrió algo así. Tampoco a Margaret Atwood y sus mundos distópicos, en los que al menos se puede ir al supermercado con la compañía de alguien y los humanos aún podemos tocarnos y llorar abrazados nuestras miserias. Ok geeks, Bill Gates lo advirtió pero la mayoría recién vimos el TedTalk, y aunque lo hubiésemos visto en su momento, nada habría cambiado. ¿Quién podría imaginar que un virus microscópico nos debilitaría tanto como especie? ¿Quién hubiera dicho que la peor arma contra nosotros mismos se escondería en nuestros propios cuerpos y que la única manera de frenarla sería el aislamiento total?
  2. Al menos ya entendimos que ahora urge aplanar la curva de contagiados para evitar que el sistema de salud de todos los países del mundo colapse. Eso significa que la pandemia debería durar, a un nivel controlado y bajo, hasta que la mayor cantidad de personas hayamos desarrollado el COVID-19 y nuestros cuerpos desarrollen así cierta inmunidad (eso suponiendo que la inmunidad dure años, cosa que aún no se sabe). Eso hasta que haya una vacuna.
  3. ¿Cuánto tiempo deberá pasar y cuán severas deben ser las restricciones sociales? Algunas cosas quedan claras. Primero que nada, la necesidad de contar con un Estado real que garantice nuestro cuidado. En una coyuntura como la actual a nadie se le ocurre ya insinuar que un Estado sólido es de por sí una amenaza para nuestras libertades. De hecho, es una garantía para nuestras vidas.
  4. Cuánto le cuesta el encierro ahora a la generación Netflix. Cuánto extrañamos ir a trabajar normalmente como cualquier otro día (¿quién lo hubiera pensado?). Y entre todo el tiempo que tenemos ahora para pensar, no solo tememos por la fragilidad de tantas vidas, sino por la difícil situación económica en la que nos dejará esta cuarentena, cuando muchos negocios y pequeñas empresas ya venían bien golpeados por la recesión. Dicen que en el Perú, el 70% de personas trabaja de manera informal. Esta crisis invita también a la solidaridad y al ingenio como dos formas potentes de supervivencia.
  5. Es evidente que el mundo no puede parar para siempre, pero nada volverá a ser lo mismo. ¿Te acuerdas cómo eran las cosas antes del 11 de setiembre? Pues lo mismo. Solo piensa que ahora además de tener que detectar armas o bombas vamos a tener que ser capaces de identificar la amenaza dentro de nuestro propio cuerpo. Faltan muchos meses para que podamos acceder a la vacuna. Los más realistas señalan dos años, por lo menos. Entonces, ¿qué pasará cuando la cuarentena termine? ¿Podremos retomar nuestra vida tal y como era sin que todo se descontrole nuevamente?
  6. Esta ha sido la única manera de hacernos reaccionar sobre cómo estábamos haciendo las cosas, sobre cómo habíamos diseñado nuestras vidas. Porque esta pandemia, además de amenazar sin piedad todos los sistemas de salud del mundo, y de haberse cobrado hasta ayer 8.892 vidas, está logrando todo lo que Greta Thunberg nos pedía amablemente que hiciéramos. Parar un poco para repensar cuál es la única manera de sobrevivir.
  7. Necesitamos repensar el sistema porque nos estamos cargando el planeta desde hace tiempo. Entre los cientos de informes diarios que se publican sobre este coronavirus, hay algunas noticias que al menos alivian un poco: aguas que se purifican como las de los canales de Venecia, que dejan ver peces luego de años de turismo desmedido y contaminación constante. El aire también se purifica. Las ciudades vuelven a ser de los pájaros.

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