POR VERÓNICA KLINGENBERGERPeriodista@vklingenberger
Esa es la cuestión. Para muchos, el fútbol después del VAR -sin polémica, sin trampa, sin error humano- ha perdido su esencia. Para otros, el videoarbitraje ha llegado para bien y va a fomentar el desarrollo de un deporte más justo. Para la mayoría, dependerá de a quien favorezca. Y en muchos casos, sobre todo en los que no nos juguemos tanto, de cuán lento se vuelva un partido y qué tanto se perjudique el espectáculo del deporte más bonito que existe.
Ok. Los que disfrutamos el fútbol celebramos también la picardía siempre que no dañe a nuestro equipo. Todo en la vida tiene múltiples lecturas. Ejemplo: la mano de Dios para los argentinos fue una clara metida de dedo para los ingleses. Pero goles tramposos e históricos como ese (por todo lo que significó entre ambos países y por la hazaña de esa trampa en particular), de esos que vemos en repeat una y otra vez, de los cuales seguimos escribiendo y discutiendo, simplemente se extinguirán con el tiempo. Ni siquiera me atrevo a adivinar cuántos años más resistirán en la memoria.
En cambio, será imposible que alguien borre de nuestra memoria el Gol del Siglo, el mejor gol de la historia de todos los mundiales, ‘la jugada de todos los tiempos’, ese que llegó pocos minutos después de la trampa y fue marcado por el mismo argentino de 1,66 metros de estatura, para dejar claro quien ganaba por la belleza de lo que hizo. Por eso, tampoco deberíamos temer el fin de la magia y la proeza humana. La cancha seguirá ahí para que sigan dibujándose maravillas sobre ella.
Odiaría ver el fútbol convertido en un remedo de esos deportes norteamericanos mecanizados hasta el detalle. Los gritos reemplazados por códigos que se susurran en micrófonos. Todas las jugadas desmenuzadas en miles de imágenes por segundo que muestran exactamente dónde puso el pie o la mano tal o cual jugador. Estaba en offside por medio centímetro. Gol anulado. ¿Y todo el milagro previo? ¿Justicia?
Pero para responder rápido a la pregunta del título diría que sí. El fútbol después del VAR debe ser sin duda más justo. Aún con todo lo que se pierde, está claro que la trampa cada vez será más difícil. Sin embargo, el VAR está lejos de la perfección porque la interpretación sigue siendo humana (probablemente por eso tarden un centenio en decidir si rebotó la pelota en el defensa o no). El videoarbitraje solo nos dota de nuevos signos, pero la intención humana seguirá siendo lectura de otro humano. Lo que tendrán ahora los árbitros son más señales y pruebas para analizar y sobre las cuales dar un veredicto: validar o no un gol, expulsar o no a un jugador, etc. El problema es que eso, en la mayoría de casos, no es bueno para el espectáculo. Mientras el árbitro habla con los asistentes de video, el espectador y los jugadores debemos entregarnos a la absoluta especulación. Los vemos apretarse el auricular en el oído, ponerse la mano sobre la boca, y no tenemos la más puñetera idea de lo que se discute o intercambia. ¿No sería mejor que todos podamos ver lo que ellos miran? Además, qué feo eso de celebrar un gol para que luego se anule. O esperar al veredicto del VAR para su celebración. Algo se enfría en esos minutos y nadie debería negarlo.
Llegarán ajustes que ecualicen mejor las cosas, pero mientras tanto, la pelota seguirá rodando. Que la dejen. Que no se abuse de la tecnología. Y que cuando se haga imposible ignorarla, los humanos actúen de manera ágil y certera.
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