El nacimiento de las plataformas de streaming obligó a la industria del entretenimiento a tener que transformarse rápidamente. Plataformas como Netflix, Disney+, HBO Max, o Prime Video no solo han redefinido la manera en que accedemos a contenidos televisivos y cinematográficos, sino que también han cambiado las reglas del juego en cuanto a producción y distribución se refiere, y ante esto, cada gobierno ha tenido que revisar cómo se regulan las mismas.
De acuerdo con The Hollywood Reporter, Europa ha sido particularmente proactiva en este frente. La Directiva de Servicios de Medios Audiovisuales de la Unión Europea (AVMSD) impone cuotas de contenido que aseguran la promoción de obras europeas dentro de las plataformas de streaming, además de exigir que una parte de los ingresos generados en cada país miembro sea reinvertida en la producción local de contenido.
En el Reino Unido, con el Rey Carlos a la cabeza, ha entrado en discusión la posibilidad de una nueva legislación que obligaría a los servicios de streaming a cumplir con un código de conducta que rige el contenido dañino. Esta regulación alinearía a los servicios de streaming con las normativas que ya se aplican a las emisoras tradicionales.
En otros países también existen otras regulaciones. Francia, por ejemplo, ha establecido una cuota de reinversión del 25%, lo que representa una de las exigencias más altas en el continente. Polonia, por su parte, ha optado por un umbral más bajo, con solo un 1,5%.
Canadá tiene el proyecto de ley C-11, conocida como la Ley de Modernización de la Radiodifusión, que podría imponer que las plataformas de streaming extranjeras como Netflix contribuyan financieramente a la creación y promoción del contenido canadiense. Este proyecto ha sido un tema de debate considerable.
Mientras que en Estados Unidos, aunque las discusiones están menos avanzadas, hay propuestas como la de un impuesto sobre el streaming en el estado de Nueva York que sugiere un interés creciente en la regulación fiscal de estas plataformas. Estos movimientos están en consonancia con una tendencia global de imponer nuevas responsabilidades financieras y culturales a las compañías de streaming.