Por: Verónica Klingenberger
“Rush”, la última película de Ron Howard (y una de las mejores de su filmografía), narra la historia de la rivalidad que tuvieron el piloto británico James Hunt y el austriaco Niki Lauda desde 1970, año en el que ambos se encontraron en las pistas de la Fórmula 3, hasta 1976, año en el que compitieron por el campeonato de la Fórmula 1, el primero fichado por McLaren, el segundo por la Scuderia Ferrari.
Hunt, un playboy británico capaz de competir luego de darle una pitada a un porro. Lauda, un austriaco frío y distante, capaz de criticar un Ferrari a pocos metros de Enzo Ferrari. La filosofía de Hunt podría reducirse a la frase: ‘Mientras más cerca estés de la muerte, más vivo te sentirás’. La de Lauda: ‘La felicidad es tu enemigo. Te debilita. Llena tu mente de dudas. De pronto, tienes algo que perder’. Dueño de una melena dorada y un sistema nervioso de acero, el estilo de Hunt se convirtió en un precedente de la Fórmula 1. Dos cualidades innatas se encendían junto con la máquina de turno: talento y coraje. Cabe precisar que en ese entonces, como bien lo recuerda Lauda al inicio de la película, cada año, de cada 25 pilotos que se iniciaban en la Fórmula 1, dos morían. Y aunque la cita no se ajuste completamente a la realidad (Hollywood hace todo más grande, y en casos como este se agradece), es verdad que gracias a las nuevas medidas de seguridad que se tomaron ningún piloto ha muerto desde 1994. Lauda no era un tipo físicamente atractivo (su apodo, ‘la rata’, le hacía bastante justicia), pero sabía más de autos que los mecánicos de los mejores equipos del mundo.
“Rush” hace honor a su nombre en las extraordinarias secuencias de las carreras, que a diferencia de la monótona cobertura mediática de la vida real, salpican adrenalina a más de 300 kilómetros por hora. Y con lluvia torrencial en algunos casos. El sonido es un espectáculo aparte, por lo que se recomienda vivir la experiencia en una sala de cine apenas se estrene en Lima (tuve la oportunidad de verla en Estados Unidos en una casi vacía).
Pero lo más valioso de la película no son las máquinas, sino dos pilotos antagónicos. Hunt y Lauda le sirven a Howard como el yin y el yang perfectos para contar una historia sobre la rivalidad como principal motivo de superación humana. Y en ese terreno, el desmedido atractivo de Hunt (interpretado por el australiano Chris Hemsworth, el mismo que martillo en mano hizo de Thor en el clásico de Marvel The Avengers) no puede romper el encanto que sorprendentemente empieza a ganar Lauda (Daniel Bruhl, el héroe nazi de Inglourious Basterds), valiéndose de una racionalidad admirable a pesar de su malhumor y patanería. Ninguno podría existir sin el otro. O mejor dicho, ninguno habría sido tan bueno sin el otro.