Era una consulta como cualquier otra: de rutina, se podría decir. Estaba sentada en un consultorio de la Clínica Internacional, ubicada en San Borja, cuando de pronto su madre se inclinó sobre la pantalla que mostraba la ecografía general.
‘Ammm…sí, tiene un saco gestacional de 14 semanas’, dijo la doctora.
Su mamá se quedó mirándola y ella no estaba muy segura de lo que estaba pasando. Había escuchado latidos hace unos minutos, pero parte de ella pensó que se trataba de su propio corazón. No lo espera y, definitivamente, no estaba preparada para esa noticia.
Katherine se enteró que estaba embarazada a los 18 años durante una consulta rutinaria en el médico junto a su madre. Aquél sábado entró a la clínica como cualquier otro día y salió con dos corazones: el suyo y el de su bebé.
‘Yo tenía miles de planes. Tenía planes de viajar a bailar, tenía planes de seguir estudiando, tenía planes de estudiar un curso de fotografía. Tenía muchos planes. Fue de un momento a otro que todo cambió y tuve que dejarlo todo’, cuenta.
Estaba estudiando la carrera de administración en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC), dictando y tomando clases en la escuela profesional de danza ‘Freestyle Dance’; donde conoció al padre de su hijo; y soñando con llevar otros cursos de su carrera cuando supo que sería madre. Los próximos nueve meses transcurrieron en su habitación, en su casa ubicada en Zárate, pues tuvo que dejar absolutamente todo.
‘El embarazo fue muy dramático. Primero tuve que decirle a mi papá, lo cual fue muy difícil al inicio, pero luego él y mis hermanos lo aceptaron. En realidad, la familia de ambos se puso muy feliz. Y luego el embarazo en sí. Tuve los peores síntomas del mundo. Me levantaba con náuseas y vomitaba todo el tiempo. No quería ni un vaso de agua. En vez de subir de peso por estar embarazada, bajaba y bajaba. Veo en Instagram las fotos de embarazada, todas lindas y me rio. Yo no fui para nada una de esas. Las mujeres dicen ‘es una etapa linda’ , en realidad sí es una etapa linda ¿no? Pero para mí fue bastante difícil’, admite.
Ahora, Ian tiene 5 meses, pesa alrededor de 8 kilos y se ríe aproximadamente cada 10 segundos.
‘Ian me cambió la vida. Cambió toda mi perspectiva. Yo he sido una niña muy engreída, mi papá siempre me ha dado todo. Con Ian he aprendido lo que es la responsabilidad y la importancia de valorar las cosas. Ahora, él lo es absolutamente todo’, dice.
Su rutina diaria empieza a las 8 pm cuando hace dormir a Ian, para que luego se levante a la 1 am por un poco de leche y empiece su próximo día a las 6 am. Lo baña, está con él toda la mañana, almuerzan juntos y luego ayuda a su madre en la administración de la empresa familiar que se encarga de transformación y servicios forestales de madera. En la tarde recurre a la ayuda de la nana para correr a dictar clases de baile para niños; las cuales retomó dos semanas después de dar a luz. Regresa en un par de horas y continúa su día junto a Ian. Ahora, sus 24 horas están dedicadas a él.
‘Termino de dar clases de baile y vuelo para la casa. Y no tengo ningún problema, vengo a ver al bebe con todas las ganas del mundo, siento que no lo he visto como dos días y en realidad solo nos separamos dos horas diarias’, dice.
Ahora quiere retomar la universidad en agosto, seguir dictando clases de baile y ser la mejor mamá que se pueda para su pequeño.
‘Yo veo a las parejas que se dicen te amo, pero yo siento que esa palabra es lo que yo siento por él. No hacerle daño, cuidarlo, estar con él, valorar su presencia, valorar el tiempo que paso con él’, dice con los ojos brillando y una sonrisa en el rostro.