Frente a la amenaza creciente de drones , el ejército francés explora todas las opciones de defensa. Pero ninguna es más espectacular que las águilas reales, a las que entrena desde hace seis meses.
Entre dos aviones de combate de tipo Rafale, un *dron *se eleva por los aires. Se escucha un zumbido desde el borde de la pista.
Inmediatamente, un graznido estridente cubre el ruido de su motor. Un águila, soltada desde la torre de control a 200 metros de distancia de allí, se abalanza a toda velocidad sobre el aparato. En apenas veinte segundos la rapaz derriba a su presa. Con el dron neutralizado, termina el entrenamiento.
En total, son cuatro las águilas entrenadas desde este verano en la localidad de Mont-de-Marsan (suroeste de Francia) para cazar drones. Estos animales majestuosos (aunque son apenas “adolescentes” de entre 8 a 9 meses de vida) fueron bautizados en honor a los cuatro célebres mosqueteros D’Artagnan, Aramis, Athos y Porthos.
“Los resultados son alentadores”, cuenta el “comandante Christophe” (los militares no dan sus nombres verdaderos por medidas de seguridad), del escuadrón del servicio de circulación aérea, encargado de evaluar las capacidades del animal.
El arma ideal
El águila real (Aquila chrysateos) es el “arma” ideal para esta tarea. Como todas las aves rapaces, tiene muy buena vista y puede localizar una presa a 2 km de distancia.
Grande (hasta 2,20 m de envergadura), robusto (3 a 5 kg), es un ave “muy valiente”. Sin hablar de su potencia. “Un águila real alcanza los 80 km/h en vuelo lineal (y hasta 180 km/h de picada)”, detalla Gérald Machoukow, un halconero empleado en la base.
La policía holandesa, pionera en este rubro, entrena desde 2015 a rapaces. Machoukow regresó de Holanda convencido de la eficacia de estos animales para derribar drones que pueden representar una amenaza para la defensa de un país.
Estas águilas fueron alimentadas desde los tres meses de vida en carcasas de drones. Rápidamente asimilaron a los drones con la comida.
Ahora, cada vez que atrapan uno, son recompensadas con un pedazo de carne, en ejercicios casi cotidianos.
Aunque el ejército ha obtenido buenos resultados con el proyecto “Rapaces/Drones”, el comandante de defensa aérea señala que está en “fase de evaluación” por 24 meses. Harán un primer balance en junio, a mitad de camino.
Pero, agrega, las posibilidades “son interesantes” y hay una “muy buena relación costo/beneficio” para “garantizar la seguridad de instalaciones como aeropuertos, o de eventos, como partidos de fútbol, cumbres o visitas de altas autoridades”, resume el comandante Laurent, cuyo escuadrón se encarga de reparar drones dañados.
Para protegerlas de posibles heridas, equipan a las águilas con “guantes” de cuero. Jamás arriesgaría la vida de un ave “que quiero profundamente”, advierte el halconero.
“No hay que imaginarse” águilas lanzadas para derribar drones de 20 kg. “Sería imposible”, apunta.
Pero pueden atrapar aparatos de 2 a 4 kg. Estos drones representan más del 75% de la “amenaza”, señala el comandante Laurent, indicando que las águilas no obran milagros sino que son una “solución complementaria”.
Satisfecha con la experiencia, la base de Mont-de-Marsan encargó un segundo equipo de águilas aviadoras. Recibirá otras cuatro jóvenes rapaces antes del verano.
AFP
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