Las playas del sur son para muchos veraneantes un refugio para alejar las preocupaciones, el estrés y la saturación de estímulos sensoriales que la vida cotidiana de la ciudad nos obliga a soportar. Sin embargo, la publicidad se ha encargado de que nuestro camino a la serenidad también se convierta en una estridente sucesión de imágenes de colores vibrantes que compiten por atrapar nuestra atención.
Esta situación se viene repitiendo desde hace varios años. Según un estudio de Arellano Márketing de 2013, en 80 kilómetros de carretera se pueden ver cerca de 380 paneles, cifra que en el 2014 bajó a 311. Eso significa que, si se conduce al límite de la velocidad, se verán de seis a siete paneles por minuto. Es casi como obligar a conductores y pasajeros a ver una tanda publicitaria durante todo el viaje. Según la legislación vigente, los paneles deben estar alejados 150 metros unos de otros.
Para el escritor y publicista Gustavo Rodríguez, la preferencia por este tipo de anuncios es cuestionable, ya que ante la saturación, los anuncios pierden su capacidad de transmitir sus mensajes de manera eficiente.
‘La efectividad va a depender de qué tipo de anuncios sea y del tipo de mensaje que se dé. Estar allí sirve como una recordación general de marca, pero no significa que eso vaya a traducirse en ventas directas’, señala.
Rodríguez además explica que la distracción que estos paneles producen en los conductores puede convertirse en un elemento peligroso para la seguridad en las vías, por lo que debería considerarse mejorar la regulación.
‘Lo que tenemos ahora es insuficiente. La situación actual de los paneles y su disposición en la carretera no beneficia a la sociedad porque la expone a una contaminación visual terrible. Tampoco a los anunciantes por estar en un medio muy saturado que no es muy efectivo. A los únicos que beneficia es a las agencias y a los que colocan los paneles’, sentencia.
Rodríguez finaliza indicando que, para que un anuncio de este tipo tenga el efecto deseado, no debe apelar a recordar la imagen de una marca, sino a satisfacer necesidades inmediatas, además de ser simple y de tener la menor cantidad posible de elementos.