Prisionero yihadista de Kobane implora la muerte “para ir al paraíso”

Miembro del Estado Islámico, que fue capturado por soldados kurdos, no tiene miedo de morir. Facebook asegura que no alberga ‘grupos terroristas’

“Nos suplicó que lo matáramos para ir al paraíso y beneficiarse de todas las recompensas”, cuenta Cuneyt Hemo, quien se cruzó hace diez días con uno de los tan temidos yihadistas que asedian la ciudad kurdosiria de Kobane.

Pese a los combates encarnizados, este comerciante kurdo de 33 años esperó hasta la semana pasada para refugiarse en la vecina Turquía.

Sentado en el jardín del centro cultural de la ciudad fronteriza de Suruç, donde se ha alojado, Hemo recuerda su encuentro inesperado con un “bandido” del grupo Estado Islámico (EI). Lo hace en un tono pausado, casi indiferente.

“Capturamos a uno en la calle”, recuerda aspirando el humo de un cigarrillo. “Venía de Azerbaiyán, tenía unos 20 años y nos habló en árabe”.

Cuneyt Hemo luchó contra los mercenarios del EI, pero a diferencia de otros lo hizo sin vestir el uniforme de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG), la principal milicia armada kurda de Siria.

Eso no le impidió estar en primera fila de los enfrentamientos, avituallando a un grupo de “resistentes”.

Ese día, su prisionero era barbudo y “olía muy mal”, describe con una sonrisa. Contó a sus guardias explica Hemo que había venido a Kobane para “librarles del ‘kufur’”, o incredulidad.

“Le preguntamos por qué Daesh (acrónimo en árabe del EI) nos atacaba”, añade el refugiado kurdo. “Respondió que éramos infieles, que habían recibido órdenes de encarrilarnos de nuevo en el verdadero islam y que, para ellos, nuestros bienes, nuestras mujeres y nuestras hijas eran ‘halal’”, es decir consumibles.

“Sin miedo a morir”

Para demostrarle que practicaban la misma religión que él, los combatientes de las YPG se lo llevaron a una mezquita de la ciudad, entre ráfagas de Kalashnikov y de disparos de mortero.

Los esfuerzos de sus carceleros fueron en vano, añade Hemo. El yihadista se mantuvo en sus trece.

“Intentamos en vano que razonara, no quiso saber nada de ello”, sostiene el comerciante kurdo. “Dijo y repitió que éramos infieles y que él quería ir al paraíso para encontrar a las 40 mujeres que le prometieron”.

Incluso cuando los combatientes de las YPG le ofrecieron bebida y comida, el azerbaiyano lo rechazó con obstinación. Aseguró que si conseguía huir volvería al combate y estaba dispuesto a seguir los pasos de sus “hermanos” kamikazes.

Desde el comienzo de la batalla de Kobane, hubo varios ataques suicida contra las posiciones kurdas. Una combatiente veinteañera de las YPG también se sacrificó usando la misma táctica.

Cuneyt Hemo confiesa que sigue sin entender la obstinación del yihadista, su indiferencia por la vida. “Nos dijo varias veces: ‘Me alegro por mis hermanos muertos porque se han convertido en mártires, quiero unirme a ellos en el paraíso’”.

El habitante de Kobane asegura que los combatientes de las YPG tenían la intención de guardar al yihadista como prisionero, pero no pudieron ante su ofuscamiento y, sobre todo, debido a las atrocidades cometidas por el grupo EI contra los civiles.

Veinticuatro horas después de la captura, el yihadista fue ejecutado. “De todas formas, le habían hecho un lavado de cerebro” y “no tenía miedo a morir”, concluye, casi disculpándose.

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