El papa Francisco aprobó el jueves una reforma del código penal del Vaticano que refuerza las sanciones contra los actos de pederastia y fortalece las medidas represivas en caso de corrupción y lavado de dinero.
El “motu proprio”, el decreto firmado por el papa, tiene como objetivo “ajustar a los parámetros internacionales” el sistema penal del Vaticano que remontaba a 1929, año de la creación del Estado de la Ciudad del Vaticano.
El sumo pontífice deroga la pena de cadena perpetua, que será sustituida por la reclusión a 30 o a 35 años.
Asimismo, el texto introduce en las leyes vaticanas diversos crímenes reconocidos por las convenciones internacionales como la tortura, el genocidio y la discriminación racial, e incluye “el conjunto de la categoría de los delitos contra los menores: la venta, prostitución, alistamiento y violencia sexual contra ellos, la pedopornografía, la posesión de material pedopornográfico y los actos sexuales con menores”.
Aunque el papa afirma seguir los pasos de su predecesor, la adopción de esta reforma representa un cambio en relación a las acciones emprendidas por Benedicto XVI, que se centró principalmente en el saneamiento interno de la Iglesia y de las diócesis a través de la destitución de obispos y sacerdotes, y alentando la cooperación con las autoridades judiciales civiles.