Vivimos en tiempos de estrés. Y si, por todos lados buscamos puntos de fuga (Facebook, Twitter, la almohada, etc…), es mejor decir las cosas claras: ahora se puede decir todo y cuanto se quiera a otra persona del otro lado del teléfono.
Los expertos consideran poco sana la represión de los sentimientos negativos. La rabia se puede acumular en nuestro interior hasta llegar a un punto de no retorno en el que no podamos evitar el estallido de furia, generalmente ante la persona menos indicada o en el lugar menos apropiado.
La hotline de los insultos, que en alemán se llama Schimpf-los (“insultos fuera”), cuenta con operadores que atienden el teléfono siete días a la semana para escuchar a individuos frustrados que hacen burla e insultan con el lenguaje más desagradable que se les pueda ocurrir.
“No juzgamos a las personas que están enfadadas”, explicó Ralf Schulte, quien fundó esta línea de atención telefónica junto con su socio, el proveedor de servicios Alexander Brandenburger.
El servicio cuesta 1,49 euros (US$1,80) por minuto, una cifra que según Schulte está totalmente justificada.
“Por poder soltar todo lo que tienes dentro, es una ganga”.