Vida y Estilo

Vivir en cuarentena con hijos en casa: 5 historias reales

La cuarentena por el nuevo coronavirus nos propone nuevos retos incluso dentro del hogar.

Cinco historias reales de padres que deben pasar la cuarentena por el COVID-19 junto a sus hijos o lejos de ellos.

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I. Vivir una pandemia con un niño con alto riesgo de contagio

Una cuarentena en casa con integrantes vulnerables al COVID-19 en la familia genera cierta preocupación. Sobre todo si se trata de la persona que más se quiere en el mundo. Sandra pasa este periodo teletrabajando y cuidando a su hijo de ocho años, quien viene superando una leucemia.

Ahora mi hijito está todo el día conmigo. Mi día debo compartirlo entre los quehaceres de la casa, el teletrabajo y el tiempo para cuidarlo. Es un cambio radical. Antes solo lo veía por las mañanas y las noches, porque trabajaba de 9 a.m. a 6 p.m. y llegaba a casa a las 7:30 p.m. aproximadamente, justo para acompañarlo a cenar y hacerlo dormir. La señora que me ayudaba en casa ya no puede venir por la cuarentena’, dice Sandra.

Al ser una persona con mayor riesgo de contagio, su hijo requiere una alimentación más sana que el resto para fortalecer su sistema inmune.

‘A pesar de que hace un mes mi hijito terminó su tratamiento contra la leucemia, sus cuidados siguen siendo extremos con alimentación superbalanceada (carnes, huevos, pescado, quinua, espinaca y unos chocolates con hierro, etc.). Además hay que tener una limpieza máxima al preparar sus alimentos, está prohibido de salir de casa, porque él aún es inmunosuprimido, sus defensas son como nuevas y un poco débiles todavía’, explica.

‘Le doy vitamina C casi a diario para mejorar su sistema inmune. He logrado en estos días que coma alimentos variados, porque el solo quería comer carne, nuggets y papas fritas. Todos los días que preparo las comidas es como una evaluación para mí. Mi pequeño es bastante exigente. Felizmente he salido bien librada: le gustan mis comidas y a mí me gusta un poco la cocina. Además las hago con mucho cariño, creo que esa es la clave’, añade.

Combinar el cuidado del niño con el teletrabajo

‘Lo más difícil es la dependencia’, comenta Sandra. ‘Me llama a cada rato, quiere que juegue con él y que lo acompañe todo el tiempo. Mientras cocino, le sigo la corriente en sus juegos. Cuando realizo el teletrabajo, me interrumpe y debo manejar el estrés que eso me ocasiona. Sé que él es así porque al saber que tenía cáncer lo sobreprotegimos mucho, como cualquiera lo haría, espero poco a poco moldearlo’, expresa.

Para distraer al niño mientras teletrabaja, Sandra sabe que a veces no queda de otra que darle el celular para que juegue. ‘Pero en promedio diez minutos o media hora máximo’, aclara. El niño también se entretiene haciendo muñecos de plastilina que copia de internet. ‘Ayer hizo un coronavirus y otros virus que vio en el celular’, cuenta. Leer libros y ver Netflix son otras opciones.

Pese a todo, Sandra también ve en esta cuarentena una oportunidad para enseñarle a su hijo a colaborar en casa. ‘Puedo corregir algunas cosas que las personas que me ayudan no hacen, en torno a su formación. Le he encargado poner la mesa para el desayuno, almuerzo y cena y que me ayude a tender y recoger la ropa. He aprendido a tener más paciencia para guiarlo en las tareas’, dice.

II. Hijos adolescentes en cuarentena

Imagen referencial. (Shutterstock)

Por estos días, Christian y su esposa teletrabajan desde su domicilio en Pueblo Libre, donde pasan la cuarentena junto a sus dos hijos adolescentes de 15 y 19 años. En principio esto no parecía ser un problema, hasta que se dieron cuento de que sus hijos pasaban más tiempo de lo debido en internet y con los videojuegos. Por eso, ambos padres decidieron establecer nuevas reglas en casa.

‘Todo ha cambiado. Al comienzo los horarios estaban algo desordenados. Mientras los papás teletrabajábamos, los chicos andaban en sus celulares o con los videojuegos. Ahora, nos hemos visto obligados a armar un horario para que nuestros hijos cumplan con algunas responsabilidades. Además, tienen que hacer tareas online que se les han encomendado’, comenta Christian.

Con horarios y reglas más claros, las cosas mejoran, pero el aislamiento social obligatorio impuesto ante el estado de emergencia sanitaria no es fácil de llevar. ‘Estar tanto tiempo juntos hace que los chicos se estresen. Yo tengo dos hijos hombres y a veces también pelean’, dice el papá.

Para llevar la fiesta en paz, los padres saben que no solo se trata de poner reglas para que los adolescentes cumplan deberes, además es necesario el tiempo en familia en actividades más relajantes.

‘Termina nuestro horario de trabajo y nos ponemos a jugar juegos de mesa o ver una película juntos, cosa que no hacíamos hace tiempo. Los juegos de mesa se han convertido en una terapia para desconectarnos un poco de la tecnología. Eso nos divierte y relaja después de una jornada larga’.

Cuando los hijos se convierten en adolescentes, la comunicación con los padres tiende a reducirse. Pero el tiempo que ahora pasan juntos padres e hijos puede ser aprovechado para retomar la conexión perdida.

‘Mis hijos son grandes y cada uno tiene un horario distinto. Hace tiempo no podíamos conectar con ellos y conversar largo y tendido. Eso es lo mejor de nuestro encierro. Por otro lado, han aprendido algunas obligaciones e incluso ya hemos establecido un día para que ellos cocinen. Hay que verle el lado amable a la crisis’.

III. Padres separados: visitar a un hijo en plena cuarentena

Imagen referencial.

Son casi las 4 de la tarde, ningún bus pasa y a las seis inicia el toque de queda. Si José no regresa a su casa en Chorrillos, podría tener problemas y hasta terminar en una comisaría. Se acomoda la mascarilla y decide caminar unas diez cuadras para tomar un alimentador del Metropolitano que pasa por la avenida El Sol, en Villa el Salvador. Ese día había ido a visitar a hijo después de una semana.

Mientras muchos padres aprovechan la cuarentena para pasar más tiempo con sus hijos, otros como José, que viven separados de ellos, pasan dificultades para visitarlos. Cada vez que puede hace videollamadas, pero no es lo mismo que verlo y jugar con él.

‘Tengo que ingeniármelas si quiero verlo. Yo vivo en Chorrillos y mi hijo en Villa El Salvador. Al no haber transporte público regular, camino unos dos kilómetros desde mi casa hasta la estación del Metropolitano. Luego subo al alimentador y me bajo en la avenida El Sol. De ahí camino unas diez cuadras a la casa de mi hijo’, relata José sobre el viaje que ahora hace para ver a su niño de 3 años.

Además de visitarlo, José aprovecha la salida para hacer las compras de los víveres que falten en casa de su hijo. Cuando llega, debe botar la mascarilla desechable que usa y se lava las manos antes de saludar a su hijo.

Como las clases están suspendidas incluso en los nidos, José y la madre de su hijo coordinan para aprovechar el tiempo que el niño pasa en casa y así no deje de aprender.

‘Al tener solo 3 años, se trata de recuperar el tiempo y enseñarle lo que debería aprender en el nido. Se le lee cuentos, se le hace que pinte, que repita los números, nombres de colores. Poca televisión, eso sí. Lo que nos hemos dado cuenta es que Fernando se aburre. Extraña el colegio. Cada vez que se despierta por la mañana, piensa que irá al nido’, dice José.

Cuando el niño se pone de mal humor por tantos días de encierro, José dice que la madre busca entretenerlo contándole cuentos o pintando: ‘hay que tener mucha paciencia, a veces no queda otra que ponerle canciones en YouTube para que se distraiga’.

José espera que esta cuarenta acabe pronto y así puede ver a su hijo más seguido. Mientras tanto, planea la ruta que hará en su siguiente visita para llevarle las compras de la semana y para estar con él aunque sea por unas horas. ‘Se le extraña mucho’, expresa.

IV. Redescubrirse como padre

Imagen referencial. (Shutterstock)

De lunes a viernes, Pedro salía de su casa a las ocho de la mañana a trabajar y estaba de vuelta a las ocho de la noche. Era poco el tiempo que tenía para pasarla con su hija de un año y medio. Los sábados llevaba una maestría y solo los domingos podía salir a pasear con su bebé y su esposa. Iban a la playa, al parque o al supermercado.

Ahora la cuarentena lo ha obligado a quedarse en casa, está más tiempo con su hija y comparte su cuidado con su esposa. ‘Tener un hijo siempre es exigente y requiere mucha atención. Ahora me doy más cuenta de eso. Tenemos que hacer muchas actividades en casa, sino la bebé se aburre’, dice.

‘Como es pequeña, uno tiene que jugar con ella, bailar con ella, dibujar con ella. Incluso a la hora de almorzar tenemos que comer que ella, para que ella también lo pueda hacer tranquila’, cuenta. ‘En las siestas ella se relaja y nosotros aprovechamos para descansar’, añade.

Hacerla comer es todo un reto: ‘no se puede quedar mucho tiempo quieta, se distrae, tienes que perseguirla con la comida. Es muy cansado. Pero cuando come te da satisfacción’, expresa. Pese a ello, Pedro siente que, por estos días, la bebé está más tranquila con los dos padres al lado: ‘ahora no nos ha hecho algún berrinche fuerte. Creo que mi hija se da cuenta que sus padres están en casa y que podemos jugar con ella. Eso la ha calmado bastante’.

Pedro y su esposa viven en un tríplex junto a dos de sus cuñados, una familia por cada piso. Cuando la bebé se aburre, los visitan y así su hija se distrae un poco. ‘Mi cuñada tiene un hijo casi de la misma edad y los niños juegan entre ellos. Además tenemos una azotea donde mi hija puede jugar, solo que hay que verla siempre. Jugamos a las chapadas, a las escondidas o inventamos otros juegos’, cuenta.

El tiempo que ahora Pedro pasa con su hija ha hecho que se redescubra como padre y conozca mejor a lo que más quiere en el mundo.

‘Estoy conociendo mucho a mi hija. Ahora puedo saber qué es lo que valora, qué momentos más disfruta y qué la aburre. La convivencia siempre es un reto, pero creo que se necesita mucha comprensión como pareja. Ahora puedo valorar más la labor que hace mi esposa cuando yo me voy a trabajar y mi esposa se queda con la bebé’, dice.

V. La cuarentena con un bebé que acaba de aprender a caminar

Antes de la cuarentena, Lucía ya pasaba mucho tiempo en casa trabajando desde su computadora y organizando archivos para investigadores. Cuando requería estar más concentrada, su esposo se llevaba a pasear a la calle al bebé de un año y ocho meses que tienen juntos, luego el pequeño se dormía y ella podía seguir con sus ocupaciones tranquila.

‘Siempre lo sacaba a pasear y luego él dormía bien. Pero como ahora yo no se puede salir a la calle, mi hijo se desespera un poco. A él le gusta su paseo y como es un bebé no entiende que ya no puede salir’, dice.

‘Ahora, cuando me toca trabajar, tengo que encerrarme en el cuarto para que el bebé no me vea y se lo encargo a su papá’ señala, pero el pequeño termina dándose cuenta que mamá está en la habitación escondiéndose de él. ‘Él se ve enojado cuando me escondo’, comenta.

Además, hace poco el bebé aprendió a caminar y requiere de una mayor vigilancia, porque se puede caer o hacer daño ahora que puede alcanzar más objetos.

‘En general es un niño muy tranquilo. Como todavía toma pecho, si es que se ha golpeado, lo abrazo, lo beso, le doy su leche y se tranquiliza. Felizmente no llora mucho por aburrimiento’, indica.

Aunque conoce casos de personas que dieron positivo para COVID-19, Lucía sabe que siguiendo estrictamente las medidas de higiene y bioseguridad, el virus estará fuera de su hogar. Para ella, la cuarentena no es el fin del mundo, total, son solo unas semanas y estar más tiempo con su bebé no es algo imposible de soportar.

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