Siempre me ha preocupado cómo la justicia lidia con los hijos cuyos padres les manipulan durante un proceso de divorcio. No se debe permitir que las personas con hijos se divorcien si lo van a hacer atropellándose y usándolos como escape a sus rabias, celos y amarguras. Países mucho más adelantados que los nuestros en estos manejos exigen que los padres vayan a terapia por años antes de firmar el divorcio legal, ya que el afectivo se dio hace tiempo en la mayoría de los casos. Si el divorcio se da en medio de toda esa reactividad, en esa situación de crisis, confusión y amargura, se cometen errores que marcan para siempre a todos los involucrados.
En varios de nuestros países no podemos ni soñar con eso. Yo me conformaría si, por lo menos, las personas a cargo de estos asuntos estuvieran mínimamente preparadas, si los abogados se interesaran en aprender o asesorarse antes de “defender” a su cliente. ¿Defender a quién? Al único que debemos defender es el niño y, tristemente, lo debemos defender de sus padres, de los abogados y los mal llamados jueces de menores o tribunales de menores.
Con jueces que no tienen la menor idea de lo que pasa por esas cabecitas que funcionan muy diferente a las de los adultos; con unos fiscales perdidos y otros atados de manos, no vamos para ninguna parte. Hemos creado leyes muy bonitas que no se aplican, porque no tienen la estructura necesaria para ello, porque no se ha educado a quienes las tienen que impartir, porque seguimos permitiendo que los niños sufran abuso una y otra vez por parte de quienes supuestamente deberían defenderlos.
De acuerdo a Florence Bienenfeld en Cómo ayudar a los hijos de padres divorciados “Si yo le preguntara a un niño o niña qué le gustaría que sucediera si sus padres se divorciaran, es casi seguro que me respondería: ¡Quiero que mamá y papá vuelvan a estar juntos, pero si no se puede, al menos que se lleven como amigos! En agudo contraste, si les plantearan esta misma pregunta a los padres en proceso de divorcio, la mayoría respondería que desearía no tener nada que ver el uno con el otro. La forma como se desenvuelven los niños cuando se presenta el divorcio depende en gran medida de cómo sus padres se comporten, así como de las actitudes que adoptan el uno hacia el otro”.
El divorcio no es el problema, sino que los adultos olviden que el futuro sexual, de pareja y familiar de sus hijos está en juego. Recuerden que los padres no se divorcian de sus hijos sino que deben seguir siendo padres durante y después del proceso. Lo triste es que sólo ellos sufrirán las peores consecuencias. ¿Quién sufre más ante un hijo drogadicto, una hija depresiva, un embarazo a una edad inadecuada: los padres o los hijos? Esas son algunas de las posibles consecuencias del mal manejo del divorcio en nuestra sociedad y en nuestras familias.
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