“La isla de Nantes”, por Jorge Sánchez Herrera

“Lo que impacta primero es cómo han restaurado la relación entre el río y laciudad. ¡Qué importante es el agua para las ciudades!”

Jorge Sánchez Herrera – Nómena Arquitectura Arquitecto/Urbanista jorge@nomena-arquitectos.com

Me encanta conocer nuevas ciudades. Cada vez que puedo, aprovecho para visitar aquellas que han emprendido procesos de transformación urbana. Luego vuelvo a Lima entusiasmado por lo que vi, pero leo las noticias y se me pasa. Estuve en Nantes, ciudad mediana al oeste de Francia, cuyo centro es un lujo recorrer.

Intenso, diverso, con edificios que reflejan cientos de años de historia superpuestos. Su traza medieval de plazas, castillos e iglesias se equilibra con nuevas intervenciones: museos, tiendas y restaurantes que le dan un aire contemporáneo. Un centro vivo pues.

Hace treinta años, la ciudad emprendió un proyecto para regenerar las más de 300 hectá- reas que tiene la ‘Île de Nantes’ (Isla de Nantes), una isla generada por la bifurcación del río Loira, con usos industriales, ubicada en el corazón de la ciudad.

Los resultados ya son notables. Ante el decaimiento de las industrias, como el armado de buques, el gobierno convocó a varios equipos de arquitectos para plantear una visión de su transformación.

Lo que impacta primero es cómo han restaurado la relación entre el río y la ciudad. ¡Qué importante es el agua para las ciudades! No solo como recurso de vida, sino también como uno paisajístico, de esparcimiento y espacial. Mientras estoy en los parques, malecones y edificios que han desarrollado junto al río, no puedo evitar pensar en el río Rímac y en nuestros canales prehispánicos. En el increíble desperdicio que son junto a la Costa Verde.

El equipo de arquitectos de la isla ha trabajado para desarrollar una transformación general que, además de recuperar la relación con el río, pueda acomodar diversos usos y actividades; así como a una diversidad de población. Ya se han construido decenas de edificios de vivienda colectiva, cada uno mejor que el otro. Así como universidades, colegios, hospitales y centros comerciales; todos estructurados por una red de espacios públicos.

Algunos de estos proyectos han procurado reutilizar los almacenes y astilleros heredados del periodo industrial de la Isla, no solo por un motivo económico sino por un tema de memoria colectiva, sobre todo. Uno de estos astilleros lo ocupan ‘Las Máquinas de la Isla’, un proyecto artístico-cultural sacado de otro mundo. Con un poco de paciencia, se puede ver e incluso trepar a un elefante gigante que cada tanto se pasea por las recuperadas orillas del río Loira.

Aquí vuelvo a pensar en Lima, en cómo nos hemos vuelto expertos en demoler y volver a construir, eliminando los rastros de la ciudad que alguna vez tuvimos. Pienso en esas cientos de hectáreas entre las avenidas Colonial y Argentina. Zonas industriales que hoy, ubicadas en el centro de la ciudad,no tienen razón de ser. En cómo ya hemos comenzado a reemplazar esa industria por otros usos, pero de la forma más idiota posible. Con bloques monofuncionales de vivienda, contenidos en casas club. En guetos que suelen utilizar los mismos muros perimetrales de las antiguas fábricas. Sobre la misma trama urbana industrial, aun cuando no es lo mismo una calle para un camión que una para un peatón. Sin repensar nada, sin entender nada.

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