México: los escribanos se aferran al oficio en pleno siglo XXI

Las máquinas de escribir producen música, así lo demuestra José Edith González al escribir documentos impecables, lo mismo una carta de amor que un contrato de compraventa en una de las plazas más emblemáticas de Ciudad de México.

José Edith González es uno de los pocos escribanos que se aferran al oficio en la emblemática Plaza de Santo Domingo, en Ciudad de México.

Sus dedos teclean documentos impecables, lo mismo una carta de amor que un contrato de compraventa.

‘Las cartas de amor surgen del ronco pecho del enamorado. Él es el que te inspira. El enamorado es el que te da la pauta”, señaló.

Pero el cambio tecnológico no llega en vano.

La última fábrica de máquinas de escribir cerró en 2011 y tampoco se producen cintas entintadas.

Aun así, los escribanos se aferran al trabajo heredado por generaciones y que les ha dado de comer por más de 50 años, aunque aceptan que ya no da dinero para vivir.

Romel sigue con una máquina eléctrica.

‘Si me preguntas hace veinte años… tenía la gente formada aquí. Esperando para hacer… Estaba haciendo una tesis y hacía otra y otra y otra empezaba a trabajar a las ocho y de las ocho de la mañana a las ocho de la noche, sin pararme de ahí”, dice Romel.

El oficio de escribano llegó a México con los conquistadores de ello da cuenta el decreto virreinal de la Nueva España en 1537.

En el siglo XIX se estableció el negocio en la plaza junto al palacio donde ejercía la Santa Inquisición.

En esa época el 80% de la población mexicana era analfabeta y los escribanos usaban pluma.

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