El deseo sexual en la pareja resulta un tema sumamente complejo. La creencia de que el deseo se mantiene estable y permanente a lo largo del tiempo sin que las personas hagan nada para sostenerlo ya está demostrado que es una falacia. El enigmático deseo sexual presenta variaciones individuales (a lo largo del tiempo, según etapas de la vida e incluso en el mismo día) y en diferentes momentos del vínculo de pareja.
1-. Las investigaciones recientes arrojan que en los primeros tiempos de la relación de pareja generalmente la pasión es uno de los ejes centrales, mientras que con los meses y años el cariño sigue una curva ascendente y la sensualidad una curva inversa. El compañerismo y el afecto (a veces fraternal) ganan lugar sobre el deseo sexual que si no se trabaja y estimula puede apagarse produciendo un estado de verdadero desinterés mutuo. El predominio de determinados objetivos y proyectos al consolidarse el vínculo lleva a restar la energía que le dedicamos al erotismo. Los espacios íntimos se reducen (a veces a cero) con el advenimiento de los hijos, las obligaciones y las preocupaciones. El acostumbramiento al cuerpo del otro, el descuido de las conductas sensuales en la pareja, la monotonía y la mecanización de las relaciones sexuales (que pueden llegar a ser totalmente predecibles) dan lugar a un panorama deserotizante.
2-. Por otro lado, en nuestra cultura particularmente está arraigada la creencia de que la seducción y todos sus recursos están orientados a una etapa que es la de conquista. Una vez que logramos el objetivo, perdemos gradualmente el interés por seducir a nuestra pareja y en la misma medida se apaga el deseo.
Cuando además existen trastornos sexuales (que incluso pueden ser consecuencia de lo anterior) la situación se torna aún más difícil.
3-. No quiero que mi mensaje sea interpretado como negativo. De hecho, si en una pareja se instaló la química del deseo desde el principio (lo cual constituye una base erótica firme) podemos tomar algunas medidas y considerar ciertas indicaciones.
4-. Lo fundamental es pensar que el deseo y la pasión necesitan del alimento de la creatividad, la innovación, el cuidado del otro, las fantasías, el afecto, el equilibrio entre los espacios individuales y los compartidos en la pareja, la comunicación eficaz. En definitiva, la pasión y el deseo no se sostienen por mecanismos automáticos, sino que deben ser cuidados y trabajados artesanalmente por nosotros, siempre y cuando estemos (en colaboración con la pareja) interesados en ese aspecto. Y como idea integradora de lo anterior, es fundamental tener claro (sobre todo en estos tiempos) que la seguridad y la incondicionalidad (es decir sentir que tenemos ‘asegurado’ al otro) no son más que construcciones mentales que organizamos para darnos estabilidad. Pero si descuidamos nuestro vínculo, esa estructura puede quebrarse en el momento menos pensado, o incluso sin darnos cuenta. En suma, quizás la actitud más apropiada sea la de actuar pensando en que no basta con la conquista inicial, y que la satisfacción de la pareja está relacionada directamente con el cuidado y la conquista en el día a día.
5-. Aprovechar el poder de las fantasías sexuales es fundamental en este proceso de ‘reedición’ del erotismo. Las fantasías están para orientar nuestras acciones, pero eso sí: debemos preocuparnos por dejar siempre alguna por practicar, de manera tal de tener en todo momento nuevos incentivos para desarrollar la sexualidad. Por suerte la capacidad humana de crear es infinita, y esto podemos aplicarlo al sexo.
6-. Otra cuestión importante: varones y mujeres podemos tener fantasías diferentes y es necesario que nos comuniquemos de manera explícita al respecto para así aprovechar al máximo el potencial erótico de las mismas.
Las mujeres tienen fantasías sexuales bastante distintas a las que se reflejan en el imaginario masculino. Cobra mucha relevancia el contexto del sexo: un lugar agradable, cálido, preparado especialmente para la ocasión. Las mujeres fantasean con un amante sensible, tierno y apasionado en su debido momento, que la hace sentir única, especial y sensual. Las caricias en la piel (en todo el cuerpo, no solamente en los genitales) y tener en cuenta los cinco sentidos (tacto, olfato, vista, gusto y oído) son quizás los afrodisíacos más poderosos. La fantasía femenina está ligada al romanticismo y a la seducción, culminando luego de un proceso de excitación prolongado con un acto pleno de pasión.
No encontramos grandes diferencias entre mujeres casadas y solteras. Sí quizás la necesidad de la mujer casada sumida en la rutina matrimonial de reeditar los encuentros de otros tiempos en los cuales la seducción era un aspecto primordial de la relación.
En el caso de los varones nos encontramos con fantasías mucho más genitales. Se parecen bastante a una película pornográfica: mucho sexo oral, una mujer activa y ‘caliente’, observación de partes del cuerpo tales como la cola, los pechos y las caderas, y tener sexo con dos mujeres simultáneamente. Además, en la fantasía del varón predomina el goce de la mujer, es decir que ver como la mujer goza durante el acto sexual (tomando generalmente como medida del goce la cantidad y calidad de los orgasmos) resulta altamente excitante. También variar de posturas sexuales y tener un coito prolongado e intenso son situaciones privilegiadas en la mente erótica masculina.
Si nos comunicamos de manera clara sobre lo que nos atrae sexualmente, lo que deseamos, lo que nos enciende el ‘piloto sexual’ y también lo que nos puede bloquear, se abre un panorama interesante por delante. Llevar estas ideas a la acción en el momento oportuno y buscar el complemento para que ninguno sienta que se dejan sus deseos de lado es el paso siguiente. Si sigue estas indicaciones, la batalla está ganada.
Vía Publimetro Chile
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