Avanzar la hora en verano y retrasarla en invierno…el cambio de hora marca el ritmo de las estaciones en muchos países del mundo.
Introducida en Europa durante la Primera Guerra Mundial, se adoptó completamente a fines del siglo 20. El objetivo era aprovechar los días de verano más largos para ganar una hora adicional de luz natural.
La idea no era nueva. En 1784, el inventor y político estadounidense Benjamin Franklin sostenía que comenzar el día más temprano en el verano podría ahorrar el consumo de velas.
Quienes apoyan la iniciativa sostienen que trae otros beneficios.
Los atardeceres más largos en verano reducirían los accidentes de tránsito y aumentarían la sensación de seguridad en las ciudades.
Pero también favorece la actividad física, el ocio y el turismo.
Sin embargo, los detractores de la medida alegan que esos beneficios no están probados y destacan otros problemas como distorsionar el ciclo lechero de las vacas y afectar a personas enfermas, ancianas y niños que tendrían más dificultades para adaptarse al cambio.