“Cuando presenté mi proyecto a los cornacas [guías y cuidadores de los elefantes], me tomaron por loco”, recuerda Blake Dinkin, fundador de la empresa Blacky Ivory Coffee.
Este canadiense se lo pensó mucho antes de viajar al distrito de Chiang Saen, fronterizo con Birmania y Laos, más conocido por el tráfico de drogas que por el café.
Primero pensó en utilizar civetas (pequeños mamíferos carnívoros), para fabricar un café llamado “kopi luwak”, que se produce ya en África y en Asia.
Igualmente, barajó la hipótesis de utilizar leones o jirafas, antes de descubrir que los elefantes comían café de vez en cuando durante los periodos de sequía en el Sudeste Asiático.
“Al principio pensé que dándoles a los elefantes algunos granos conseguiría un buen café. Pero resultó imposible de beber. Necesité nueve años para conseguir lo que realmente buscaba”, asegura Dinkin.
El estómago del elefante funciona como una olla de cocción lenta, donde los granos de café se marinan con las otras hierbas y frutas que consumen los paquidermos, explica el productor. Los jugos gástricos, por su parte, permiten eliminar el amargor del café, asegura.
’Un halo de ensueño’
Sin embargo, Aleaume Paturle, propietario del café Lomi de París, un lugar imprescindible para los amantes de esta bebida, considera que este tipo de café no tiene mucho interés.
“Es un café curioso, pero no es el mejor producto. Para hacer un café realmente bueno, hay que saber fermentarlo. Y cuando este proceso se da en el estómago de un animal, entonces es más complicado”, explica.
Aunque al final obtiene un sabor “bastante inconsistente”, el hecho de saber que los granos vienen de la barriga de un elefante de Tailandia le otorga “un halo de ensueño” al producto, reconoce.
Por eso hasta ahora sólo se puede encontrar en hoteles de lujo de Asia, donde cinco tazas del tamaño de un expreso se venden por más de 60 euros (68 dólares).
La escasa producción de este café (150 kilos de cosecha en 2015) contribuye a su buena imagen de marca.
Ahora que en Europa están de moda los “grandes” cafés, codiciados por una clientela dispuesta a pagar por néctares de excepción, el “Black Ivory” no debería tardar en llegar a los establecimientos de París, Zúrich, Copenhague e incluso Moscú.
“El concepto responde a la perfección a nuestra filosofía de asegurar a nuestros clientes experiencias únicas para que se vayan con una historia increíble”, asegura Mark Thomson, del grupo propietario de los hoteles de lujo Anantara.
El inventor Blake Dinkin destaca igualmente la dimensión artesanal y de comercio justo de su empresa.
Son las mujeres de los guías de elefantes las que extraen los granos de los excrementos, antes de lavarlos y secarlos al sol, permitiendo un extra de ingresos para la comunidad local.
“Pierdo muchos granos durante el baño matutino de los elefantes” porque defecan en el río, comenta jocoso Blake Dinkin.
Para obtener un kilo de café, hay que darles de comer para empezar 33 kilos de granos de café, entre su ración de arroz y de plátanos.
’Caramelo y chocolate’
Al principio un poco escéptico, el director de la fundación del Triángulo de Oro, que acoge a estos elefantes antes utilizados como atracción turística en las calles de Bangkok, se dejó finalmente convencer para el proyecto.
La fundación el 8% de las ventas, lo que contribuye a pagar los veterinarios y a mantener las instalaciones.
En el hotel Anantara de Chiang Saen, donde la fundación tiene oficina, la preciada bebida se prepara ante los ojos de los clientes en una elegante máquina de sifón francesa del siglo XIX que permite ver cómo infusiona el café.
“Es realmente único”, se entusiasma Barbara Shautz, turista alemana, que percibe un sabor a “caramelo y chocolate”. “Nunca había probado algo así, ¡es una experiencia increíble!”. Además se realiza una buena acción para ayudar a los elefantes y a las familias de los guías…