Por: Elisabeth Braw
Imagina que los ciudadanos de a pie pudieran detener el cambio climático, al menos parcialmente. Al hacerlo, también salvarían ríos y lagos, alimentarían a una población en aumento y se volverían más saludables.
La solución mágica es dejar de comer carne. Su producción causa el 18% de los efectos de gas invernadero generado por humanos (según el World Watch Institute), es decir, más que todo el transporte aéreo.
‘Los animales y los fertilizantes producen gases invernadero’, afirma Reyes Tirado, científico ambiental de Greenpeace. ‘Y el nitrógeno y el fósforo del estiércol contaminan el agua’.
La producción de carne ocupa el 75% de la tierra agrícola y causa deforestaciones a medida que la dieta basada en carne se expande.
Si vamos a alimentar a nueve mil millones de personas al año 2050, debemos usar la tierra de forma más eficiente. Según un estudio de la Universidad de Minessota, si consumiéramos ahora 50% menos carne, se podría alimentar a otras cuatro mil millones de personas más.
¿Pero no sería complicado sustituir la carne por otras fuentes? Por el contrario, la mayoría de personas consume demasiadas proteínas. Según la Academia de Nutrición de EE.UU., la dieta vegetariana es apropiada en todas las etapas de la vida.
En áreas montañosas, criar ganado es la única manera de alimentarse, debido a que los animales mantienen el pasto ordenado. Aún así, este es un beneficio marginal comparado con los puntos positivos de dejar la carne. Además, buena parte del ganado nunca pasta.
‘Más del 90% de los animales de granja está confinado a granjas industriales. Nunca ven el sol, nunca caminan sobre pasto’, dice Paul Shapiro, vicepresidente del grupo de protección animal Humane Society.
En un mundo donde los gobernantes no pueden llegar a un acuerdo para detener la matanza en Siria, es improbable que una prohibición mundial de carne prospere. Pero dejar la carne (o bajar su consumo) es una decisión que no requiere el permiso del gobierno.