No es solo que el Internet esté obsesionado con videos de gatos haciendo cosas graciosas. Desde tiempos remotos, las civilizaciones de todo el mundo han ideado mitos sobre estas curiosas criaturas, que van desde las supersticiones sobre su supuesta suerte hasta las historias donde son representaciones malignas. Los gatos también aparecen en muchas religiones, como figuras angelicales y diabólicas pero es interesante cómo todos los representan como criaturas mágicas, espirituales o con gran poder por encima de cualquier otra.
Los gatos son animales que se rigen por sus instintos, ya que no buscan complacer a nadie, ni siquiera a los humanos que viven a su lado. No eres “dueño” o “amo” de un gato puesto a que estos pequeños felinos sí son mascotas, pero nunca responderán a tus órdenes o caprichos, aún cuando te tengan devoción o cariño.
Por su naturaleza, los gatos juegan un papel importante en el budismo. En esta doctrina, los felinos son seres de armonía, paz y espiritualidad. Poseen una alta capacidad sensorial para percibir el entorno, lo cual se transforma en un vínculo entre el mundo material y el espiritual.
Gracias al budismo, podemos aprender a silenciar y controlar nuestras emociones negativas a través de la práctica de la meditación y con un adecuado diálogo interno. De ahí, cuenta la leyenda que un día un gato se quedó dormido sobre la túnica de Buda, quien decidió no perturbar su sueño. Para seguir con sus actividades sin molestarlo, el Maestro cortó el pedazo de túnica para poder levantarse. A partir de este momento, el gato comenzó a formar parte de sus meditaciones.
Al morir Budha, su sucesor permitió que el gato siguiera presente en sus clases y meditaciones y varios lo imitaron. Para el momento en que el gato falleció, muchos templos habían adoptado a estos animales como compañeros infalibles de la meditación.
Otra leyenda cuenta que cuando una persona alcanzaba los niveles más altos de espiritualidad y moría, su alma se introducía en el cuerpo de un gato, para así tener una nueva oportunidad para vivir en un cuerpo físico antes de trascender a un plano espiritual. Por ello, las personas acostumbraban a enterrar a sus muertos junto con un gato vivo. Eso sí, se hacía un agujero para que este pudiera salir libremente. Se creía que cuando este lo hiciera, significaría que el alma de la persona fallecida ya se encontraba en el cuerpo del animal.
Otro punto que los convierte en animales espirituales es su capacidad para contribuir a nuestro bienestar físico y mental. Es la misma ciencia que ha demostrado que el ronroneo de los gatos es capaz de tranquilizar el sistema nervioso, aliviar los síntomas de la depresión y relajar a personas con problemas de ansiedad.
Nueva Mujer
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