Por Vanna PedraglioCoach deportiva y nutricional
Una persona se considera saludable cuando tiene un balance en lo físico, en sus relaciones personales (estado emocional), en lo mental (desarrollo personal) y en lo espiritual (una armoniosa relación con la naturaleza que lo rodea). En otras palabras, cuando está contenta tanto con su mundo interior como con su mundo exterior. Todos estos hábitos o realidades los construimos nosotros día a día. Suena fácil, pero no lo es.
Lograr convertir los hábitos saludables en un estilo de vida que se sostenga en el tiempo es un súper gran objetivo que debemos perseguir con tenacidad. No solo para cuidar nuestra imagen estética, sino para tener un cuerpo más joven y con mucha más energía. Para eso, nuestro mejor aliado, si así lo queremos, es nuestro cerebro. Debemos entrenarlo, así como lo hacemos con cualquier otro musculo.
Está demostrado que la formación tanto de buenos como de malos hábitos depende más de la costumbre que de la recompensa que estos puedan traer en el momento. Cuando ya tenemos formado un hábito -independientemente de si nos trae placer o no-, preferimos atenernos a la acción repetida a la que estamos acostumbrados, en lugar de darnos una nueva oportunidad de recompensa. Los hábitos en sí son un producto de nuestras acciones previas, pero pueden ser cambiados por nuestro deseo de obtener mejores resultados.
Conociendo esta realidad, ¿cómo podemos hacer para construir nuevos buenos hábitos? Primero, es importante que sepas que no se trata de que seas débil o tengas menos fuerza de voluntad que otras personas. Nuestra mente no está entrenada para crear nuevos hábitos, por lo que nuestro cerebro tendrá literalmente que crear nuevos caminos que se ajusten a nuestros nuevos objetivos. A nivel de hardware o fisiología, sucede que las conexiones son débiles entre neuronas poco usadas, pero con el entrenamiento y la repetición a través de acciones y pensamientos, estas conexiones se van reforzando.
Aquí te dejo algunos consejos para que puedas empezar a entrenar tu mente orientándola hacia hábitos más saludables.
1. Ponte metas reales: Que sean realizables a corto, mediano y largo plazo. Día a día, o ladrillo a ladrillo, se construye un castillo. Por ejemplo, programa un menú semanal, y atente a este de 2 a 3 semanas, empezando con buenos desayunos y cenas. Luego, al adquirir estas rutinas, pasas a los almuerzos y los snacks.
2. Enfócate en ser positivo, evita las autocríticas: Intenta que el primer pensamiento por la mañana esté relacionado con los cambios que estés haciendo en tu vida, fundamentándolo de manera consciente.
3. Busca siempre sustitutos, no restricciones: Siempre habrá una opción más saludable a los alimentos procesados. Tómate el tiempo de encontrar aquella que te gusta. Por ejemplo, empieza disminuyendo tu tolerancia al azúcar, poco a poco anda bajando tu nivel de consumo de azúcares refinadas.
4. Mantente activo diariamente: Tu cuerpo es un organismo vivo que necesita regenerarse de la mejor manera cada día para estar a tope. Sé consciente de que todo lo que comemos formará parte de nuestra sangre, nuestros órganos, etc. Somos lo que pensamos, hacemos y comemos.
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