Por: Vanna PedraglioCoach deportiva y nutricional
Propiamente, el colesterol no es malo. No solo se encuentra en nuestro torrente sanguíneo, sino también en cada célula de nuestro cuerpo, donde ayuda a producir membranas celulares, hormonas y ácidos biliares que nos ayudan a digerir las grasas. Si realmente el colesterol fuera malo, nuestro hígado no lo produciría.
Alguna vez te habrás hecho un examen de colesterol, pero no siempre los resultados son bien explicados. Saber el resultado del colesterol total no nos dice prácticamente nada sobre nuestra salud. Lo que en realidad necesitamos saber es la cantidad de HDL (lipoproteínas de alta densidad, por sus siglas en inglés) o también llamado ‘colesterol bueno’ versus LDL (lipoproteínas de baja densidad) llamado comúnmente ‘colesterol malo’, pero no todos los tipos de LDL, sino solo los de muy pequeño tamaño o las partículas más densas.
Recién al saber no solo la cantidad, sino también los tamaños de las partículas, podemos tomar el control de nuestra salud. Por otro lado, hemos oído constantemente que el alto nivel de colesterol es causado por lo que comemos. Sin embargo, el factor más importante en el colesterol es la genética.
Esto sucede porque el hígado está diseñado para eliminar el exceso de colesterol de tu cuerpo, pero es la herencia la que juega el papel más importante en la capacidad del hígado de regularlo a un nivel saludable. Se estima que solo el 20% de los niveles de colesterol en sangre provienen de los alimentos.
Muchos de los alimentos más saludables resultan ricos en colesterol y son muy nutritivos. Hasta hace algunos años, se nos aconsejaba comer menos de 300 miligramos por día, a pesar de la creciente evidencia de que el colesterol alimenticio tiene muy poco que ver con los niveles de colesterol del cuerpo. Por eso, recientemente se ha eliminado esta errónea sugerencia e incluso se ha agregado a las yemas de huevo -tantos años satanizadas- a la lista de fuentes importantes de proteínas.
Para tener todo más claro, es importante entender que tenemos dos tipos de colesterol: el bueno o HDL (su aumento reduce el riesgo de enfermedades cardiacas) y el LDL. Dentro del LDL, a su vez, tenemos dos tipos: las partículas grandes y esponjosas, que no son dañinas, y las pequeñas o densas, que son las que nos causan las obstrucciones arteriales y las que nos predisponen a enfermedades cardiacas.
Para aumentar la cantidad de colesterol bueno, debemos consumir grasas saludables como las que encontramos en las paltas, los pescados grasosos (el salmón o el atún), las yemas de huevo, semillas como la linaza, chía, el aceite de oliva, aceite de palta, etc. También podemos consumir grasas saturadas como el aceite de coco o productos derivados de animales -mantequilla, carnes rojas, quesos, etc.-, aunque con moderación, ya que ellos formarán LDL, pero los esponjosos o partículas grandes que no son dañinas, pues reducen la cantidad de LDL pequeños y densos.
Las únicas grasas dañinas son las grasas trans, que se encuentran en los aceites vegetales refinados o procesados actuales. No le debemos tener miedo a las grasas, si estas son buenas.
Haz un cambio de hábitos a través de una alimentación nutritiva, fresca y libre de alimentos procesados y te aseguro que lograrás el control de tu salud.
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