BEIJING (AP) — Los pacientes, en su mayoría ancianos, esperaban tendidos en camillas en los pasillos y recibían oxígeno sentados en sillas de ruedas en pleno repunte de los casos de COVID-19 en la capital de China.
El jueves, el hospital Chuiyangliu de Beijing estaba atestado de paciente recién llegados. A media mañana ya no había más camas vacías, aunque las ambulancias seguían llevando enfermos al centro.
El personal de enfermería y los doctores se apuraban para recabar información y clasificar los casos más urgentes.
El aumento de los casos graves que necesitan atención hospitalaria se produce luego que el gobierno chino retirase el mes pasado la mayoría de sus estrictas restricciones contra la pandemia tras cerca de tres años de cuarentenas, prohibiciones de viaje y cierres de escuelas, que tuvieron un elevado impacto económico y provocaron protestas callejeras inéditas desde finales de la década de 1980.
Coincidiendo con el brote, la Unión Europea “animó encarecidamente” a sus países miembro el miércoles a exigir que los pasajeros procedentes de China se sometan a una prueba de detección del virus antes de salir del país.
En la última semana, los países comunitarios han reaccionado a la situación en el gigante asiático con una amplia variedad de restricciones para quienes viajen desde allí, a pesar de su compromiso inicial de actuar unidos.
Italia, el primer país europeo en registrar víctimas mortales debido a la pandemia a principios de 2020, fue también en el primero en exigir pruebas negativas de COVID-19 en vuelos procedentes de China, pero Francia y España no tardaron en adoptar sus propias medidas. Esto siguió a la exigencia de Estados Unidos de presentar un resultado negativo obtenido en las 48 horas previas al viaje.
China ha advertido de “contramedidas” si ese tipo de medidas se extienden por toda la UE.
Por su parte, el director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, indicó el miércoles su preocupación por la falta de datos por parte del gobierno chino acerca del brote.
En una conferencia de prensa el jueves, el portavoz del Ministerio de Exteriores de China, Mao Ning, dijo que Beijing ha “compartido información y datos con la comunidad internacional de forma abierta y transparente”.
“En este momento, la situación del COVID-19 en China está bajo control", agregó Mao. “Además, esperamos que la secretaría de la OMS adopte una posición objetiva e imparcial, basada en la ciencia, para jugar un papel positivo en el tratamiento de la pandemia a nivel mundial".
Para hacer frente al último brote, China ha tratado de aumentar la vacunación entre los ancianos, pero sus esfuerzos se han visto obstaculizados por escándalos pasados relacionados con medicamentos faltos y avisos precios sobre reacciones adversas a la vacuna entre esa parte de la población.
También se considera que las vacunas desarrolladas en China son menos eficaces que las de ARN mensajero utilizadas en gran parte del mundo.
A pesar de las preocupaciones, Hong Kong anunció que reabrirá su frontera con la china continental el domingo y permitirá que decenas de miles de personas crucen a diario sin necesidad de cuarentena. Las restricciones para quienes viajen al territorio continental no estaban claras.
Gran parte de los puestos fronterizos terrestres y marítimos entre el territorio semiautónomo y China llevan casi tres años cerrados y se espera que la reapertura proporcione un impulso muy necesario a los sectores turístico y minorista de Hong Kong.