NUEVA YORK (AP) — Atrás quedaron los maridajes de vino virtuales y las fiestas por videochat con karaoke. Ya sea que las adores o las odies, han vuelto las fiestas presenciales de fin de año convocadas por las empresas para sus empleados, aunque con un aire más atenuado.
Después de más de dos años de poder trabajar en pijama y de brindar de forma remota mediante la plataforma Zoom, muchos trabajadores de oficina parecen ahora añorar un poco esos encuentros por videoconferencia.
Lo mismo puede decirse de algunos trabajadores de primera fila que vieron cómo se cancelaban los grandes festejos, incluso cuando se presentaron a trabajar todos los días durante las profundidades de la pandemia de COVID-19.
“Siempre me hacían sentir especial”, comentó Shobha Surya, que añoraba regalarse cada año un vestido nuevo para la cena y la fiesta de karaoke organizadas por Ajinomoto Health and Nutrition North America, una empresa de capital japonés con sede en la zona de Chicago.
Ella estaba tan emocionada de que la fiesta presencial hubiera regresado por primera vez en dos años, que eligió su vestido de cóctel blanco y negro con dos meses de anticipación.
“Todos a celebrar”, dijo el lunes sonriendo después de la fiesta, donde recibió un reconocimiento por haber cumplido 15 años en la empresa. “Esto te pone a tono para la temporada navideña”.
Una encuesta realizada a 252 compañías con sede en Estados Unidos por la firma de contratación Challenger, Gray & Christmas reveló que más del 57% de las empresas planearon una fiesta presencial este fin de año. Si bien este porcentaje sigue siendo considerablemente menor que el 75% de las compañías que organizaron fiestas en 2019, es un gran salto desde el 26% en 2021 y el 5% en 2020.
Con todo, no todo el mundo está preparado para salir de fiesta como si fuera 2019.
Muchos festejos serán más pequeños o moderados, a medida que los empleadores tratan de acomodar a una fuerza laboral cada vez más remota y dispersa.
Los maridajes de vino virtuales y los intercambios de Santa Claus secretos parecen estar fuera de lugar ahora, pero muchas empresas están optando por actividades que van desde spas, espectáculos de malabares e incluso proyecciones privadas en cines o deportes al aire libre para atraer a los empleados que han disfrutado trabajando desde casa gran parte de la semana.
Y otros cuantos se siguen aferrando a las bonificaciones o al tiempo libre extra que les ofrecieron para compensar la falta de festejos de fin de año durante la pandemia.
El equipo de 20 empleados al que pertenece Cari Snavely optó por una tarde de partidos de pickleball luego de que su compañía de software, con sede en Boston, les ofreció una cantidad de dinero para decidir por sí mismos cómo celebrar.
Ella dijo que eso está muy lejos de las fiestas gigantescas de hace apenas unos años, cuando trabajó para Coca-Cola Co. en Atlanta, pero opinó que es una mejor manera de romper el hielo para personas que no han trabajado mucho tiempo juntas en persona. Además, agregó, muchos de sus compañeros querían tener la oportunidad de salir del trabajo temprano y regresar a casa.
“Realmente queríamos asegurarnos de que pudiera ir la mayor cantidad de gente posible”, afirmó Snavely, quien trabaja en finanzas. “La gente tiene ahora compromisos en el hogar, niños”.
Quickbase tiene 700 empleados, pero muchos de ellos trabajan de forma remota, tan lejos como Bulgaria, por lo que no tenía sentido organizar una gran fiesta en la sede de la empresa, explicó la directora de recursos humanos, Sherri Kottmann. En cambio, la compañía dejó que los equipos individuales organizaran su propia forma de celebrar.
Incluso en Boston, ella dijo que sólo entre el 30% y el 40% de los empleados van a la oficina a mediados de semana, cuando hay más trabajo.
Pero una cosa parece segura: la gente está harta de verse por pantalla para tomar cocteles o hacer intercambios secretos de regalos de Santa Claus. Menos del 2% de las empresas están organizando celebraciones virtuales este año, en comparación con el 7% del año pasado y el 17% de 2020, según la encuesta de Challenger.
Jeff Consoletti, fundador de la empresa de producción de eventos JJLA, con sede en de Los Ángeles, afirmó que este año no recibió ninguna solicitud de cajas de regalo o de los kits de maridaje de queso y vino que ayudaron a mantener a flote su negocio durante los dos años previos.
En cambio, ha visto un aumento del 100% en las reservas para eventos presenciales, aunque son mucho más pequeños que las juergas de 5.000 personas que solía organizar antes de la pandemia.
Ksenia Kulynych, directora de operaciones del salón Monarch Rooftop & Indoor Lounge en Nueva York, dijo que ha visto un aumento de más del 30% en reservas de grupos pequeños este año y, a menudo, números drásticamente menores o superiores de invitados a medida que los planificadores luchan por medir qué tan profundo será el entusiasmo de ir a los festejos en persona. Los almuerzos han sido sorprendentemente populares y los viernes están descartados.
“Proponemos los viernes y la respuesta siempre es ‘no hay nadie en la oficina. Es muy difícil lograr que alguien venga a la oficina. Nadie va a venir a la ciudad un viernes’”, explicó Kulynych.
Incluso antes de la revolución del teletrabajo, algunas personas rechazaban la idea de la “diversión forzada” en la sede de la empresa, particularmente en culturas corporativas donde el consumo excesivo de alcohol está entrelazado con la creación de grupos informales.
Shwetha Pai, que trabaja desde su casa en Cincinnati para una pequeña firma que analiza el lugar de trabajo, comentó que las grandes fiestas le traen recuerdos de sus primeros días de carrera en la banca de inversión, cuando ella siempre estaba a la defensiva en reuniones nocturnas dominadas por hombres, cuando a menudo mencionaba su viaje a casa como una excusa para salir temprano.
“La gente toma malas decisiones en esas situaciones. Simplemente, lo hacen”, lamentó Pai, de 41 años, jefa de operaciones y mercadotecnia en Worklytics. “Definitivamente, hay una expectativa de que participes en todo porque eso es parte del ‘vínculo del equipo’, pero de hecho para las mujeres hay muchos desafíos y riesgos”.
Bill MacQueen, de 46 años, es subdirector de comercialización en la planta de fabricación de Ajinomoto en Eddyville, Iowa. Él está muy alejado de la vida nocturna de la gran ciudad y no bebe, pero cuenten con él si se trata de jugar al bingo.
MacQueen dijo que su corazón dio un “salto de alegría porque volvimos a la era anterior a la pandemia de COVID”, luego de que recibió su tarjeta de bingo a la entrada de la cena de Ajinomoto para los trabajadores de la planta. Dijo que atesora ese evento desde que comenzó a trabajar allí hace 28 años, dos días después de graduarse de la escuela secundaria.
“Fue muy agradable escuchar a todos en ese salón hablando y riendo, y la gente bromeando entre sí”, relató MacQueen. “Y aunque suene cursi, fue como una especie de reunión familiar”.