KIEV, Ucrania (AP) — El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, dijo que quiere una dura respuesta global a Rusia luego de que sus fuerzas dispararon un misil contra una abarrotada estación de tren que dejó al menos 52 muertos.
La voz de Zelenskyy se elevó con rabia durante su discurso nocturno el viernes, cuando dijo que el ataque a la estación de Kramatorsk, donde unas 4.000 personas trataban de huir de una inminente ofensiva rusa en el este del país, equivalió a otro crimen de guerra.
Rusia negó la responsabilidad por el ataque. Entre los fallecidos había cinco niños, y docenas de personas más estaban heridas de gravedad.
Las imágenes tomadas después del ataque mostraron cadáveres cubiertos con lonas y los restos de un proyectil con las palabras “Para los niños» en ruso. La frase parecía sugerir que el misil se lanzó para vengar la pérdida o el sometimiento de los niños, aunque su significado exacto no estuvo claro.
El ataque pareció impactar a los líderes mundiales.
“Casi no hay palabras”, declaró a la prensa la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien estaba de visita en Ucrania. “El comportamiento cínico (de Rusia) ya casi no tiene referente”.
El ataque se produjo mientras trabajadores de otras zonas del país exhumaban cadáveres de una fosa común en Bucha, una localidad próxima a la capital, Kiev, donde las evidencias gráficas documentan la matanza de docenas de civiles tras la retirada de las fuerzas rusas.
“Como las masacres de Bucha, como muchos otros crímenes de guerra rusos, el ataque en Kramatorsk debería ser uno de los cargos que el tribunal que debería realizarse», afirmó Zelenskyy.
El mandatario afirmó que se hará un gran esfuerzo “para establecer cada minuto de quién hizo qué, quién dio qué órdenes, de dónde provino el misil, quién lo transportó, quién dio la orden y cómo se acordó este ataque”.
Al no poder tomar Kiev debido a la firme resistencias, las fuerzas de Moscú tienen la vista puesta ahora sobre la región oriental de Donbás, una zona industrial de mayoría rusófona donde los rebeldes prorrusos luchan desde hace ocho años contra las fuerzas ucranianas y controlan algunas zonas.
Aunque la estación ferroviaria está en territorio controlado por Ucrania en el Donbás, Rusia acusó a Kiev de perpetrarlo. Lo mismo afirmaron los separatistas apoyados por Moscú, que colaboran estrechamente con las fuerzas del Kremlin.
Los expertos occidentales han rechazado la afirmación del vocero del Kremlin, Dmitry Peskov, de que sus tropas “no utilizan” ese tipo de armas. Un funcionario occidental, que habló bajo condición de anonimato para abordar asuntos de inteligencia, apuntó que las fuerzas rusas han empleado ese misil y que, debido a la ubicación del ataque y al impacto, probablemente fuese ruso.
Justin Bronk, miembro investigador del Royal United Services Institute en Londres, dijo que solo Moscú tendría motivos para atacar las infraestructuras ferroviarias en el Donbás, y que son fundamentales para que el ejército ucraniano refuerce sus unidades en la región.
Bronk señaló que, en otras ocasiones, las autoridades rusas han intentado negar su culpa afirmando que sus fuerzas ya no utilizan una arma antigua “para enturbiar las aguas e intentar sembrar dudas”. También insinuó que Moscú escogió específicamente ese tipo de misil porque el ejército ucraniano también los tiene.
El ministro británico de Defensa, Ben Wallace, calificó el ataque de crimen de guerra, y el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, dijo que era “completamente inaceptable”.
Las autoridades ucranianas y occidentales han acusado repetidamente a Moscú de cometer atrocidades durante la guerra que comenzó con la invasión rusa el 24 de febrero. Debido al conflicto, más de 4 millones de ucranianos han huido de su país y millones más están desplazados dentro de sus fronteras. Algunas de las pruebas más alarmantes de las masacres se hallaron en localidades próximas a la capital ucraniana de las que las fuerzas del presidente Vladimir Putin se retiraron en los últimos días.
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Anna informó desde Bucha, Ucrania. Robert Burns en Washington; Jill Lawless y Danica Kirka en Londres y reporteros de The Associated Press en todo el mundo, contribuyeron a este despacho.