Confinado en su casa por exposición al COVID-19, Garret Bernal y su familia no pudieron asistir recientemente a un servicio religioso dominical. Así que colocó un visor de realidad virtual y exploró cómo sería practicar una religión en el metaverso.
Sin salir de su casa en Richmond, Virginia, pasó poco tiempo antes de empezar a flotar en un mundo de maravillas tridimensionales entre pastizales, acantilados y ríos, mientras el avatar de un pastor los guiaba a él y a otras personas a través de ilustraciones generadas por computadora de pasajes bíblicos que parecían cobrar vida mientras ellos oraban.
“No podría haber tenido una experiencia religiosa tan inmersiva sentado en la banca de mi iglesia. Pude ver las Escrituras de una nueva forma”, dijo Bernal, miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, ampliamente conocida como la Iglesia Mormona.
Bernal es uno de muchos estadounidenses —algunos tradicionalmente religiosos, otros sin afiliación religiosa— que cada vez hacen más viajes espirituales a través de la realidad virtual, uno de los muchos espacios en evolución en el metaverso que ha crecido en popularidad durante la pandemia del coronavirus.
Desde meditaciones espirituales en mundos de fantasía hasta servicios cristianos tradicionales con sacramentos virtuales en entornos hiperrealistas, sus devotos dicen que la experiencia ofrece una versión de comunidad que es tan genuina como la que se puede encontrar en un templo.
“Para mí, el aspecto más importante, que fue muy real, fue la conexión más estrecha que sentí con Dios en el poco tiempo que estuve aquí», dijo Bernal.
El servicio al que asistió fue de VR Church (Iglesia de Realidad Virtual), fundada en 2016 por D.J. Soto, un exmaestro de secundaria y pastor en una iglesia convencional. La VR Church se anuncia a sí misma como una comunidad espiritual que existe “exclusivamente en el metaverso para celebrar el amor de Dios por el mundo”.
Soto ya había sentido llamado a establecer nuevas congregaciones o nuevas iglesias físicas en otras ocasiones. Pero tras descubrir la plataforma social de realidad virtual AltSpaceVR, se dio cuenta de las posibilidades de conectarse en la realidad virtual. Se propuso crear una iglesia cristiana inclusiva en el metaverso, un mundo virtual inmersivo que ha ganado popularidad desde que Facebook anunció en octubre pasado que invertiría miles de millones de dólares en su construcción.
La asistencia fue escasa durante el primer año, y a menudo Soto predicaba frente a un puñado de personas a la vez, la mayoría de ellos ateos y agnósticos que estaban más interesados en debatir sobre la fe. Desde entonces, su congregación ha aumentado a unas 200 personas, ha ordenado a otros ministros de forma remota desde su hogar en Virginia, y ha bautizado a creyentes que no pueden salir de sus casas debido a enfermedades.
“El futuro de la iglesia es el metaverso”, dijo Soto. “No es nada en contra de lo físico. No creo que las reuniones físicas deban desaparecer. Pero en la iglesia de 2030, el enfoque principal será el campus del metaverso”.
El reverendo Jeremy Nickel —ordenado como unitario universalista, con sede en Colorado, y quien se llama a sí mismo evangelista de la realidad virtual— también vio el potencial para construir una comunidad y “alejarse de lo convencional” cuando fundó SacredVR (Realidad Virtual Sagrada) en 2017.
Inspirado por el tiempo que pasó en Nepal con budistas tibetanos y sus estudios de prácticas alternativas en el seminario, Nickel comenzó con meditaciones seculares con el propósito de ser inclusivo para todos los que llegaran. Pero se dio cuenta que algunos miembros de la comunidad que no tenían una afiliación religiosa resultaban desalentados por el nombre, así que lo cambió por EvolVR y más personas se unieron.
Sin embargo, no fue sino hasta que llegó la pandemia que la asistencia se disparó de unas cuantas decenas a los cientos de personas que asisten actualmente a sus pláticas sobre dharma y sesiones de meditación vía con sus propios avatares, reuniéndose ocasionalmente en una representación virtual de un templo budista tibetano en la cima de una montaña o mientras flotan ingrávidamente mirando hacia la Tierra.
“Una de las razones por las que nos hemos vuelto tan populares es que obtienes la meditación que necesitas, pero también obtienes la comunidad”, dijo Nickel. “Tenemos relaciones profundas, cientos de personas en todo el mundo que se conocen y preguntan: ‘¿Tu perro está bien? ¿Cómo esta tu esposa?’»
El anonimato de la realidad virtual puede ayudar a las personas a sentirse más cómodas al momento de compartir asuntos sumamente personales, dijo Bill Willenbrock, quien dirige una comunidad cristiana en la plataforma social VRChat, en la que brinda servicios religiosos y de orientación para una congregación compuesta principalmente de adolescentes y adultos jóvenes.
“Ni siquiera puedo contar la cantidad de veces que he escuchado: ‘Estoy considerando el suicidio. Ayuda que estemos en una realidad virtual’”, dijo Willenbrock, capellán de hospital y experimentado pastor luterano que recientemente se convirtió a la ortodoxia oriental y se denomina a sí mismo un “misionero digital”.
En un domingo reciente, predicó en una enorme catedral virtual cuyos largos pasillos se iluminaban por la luz que entraba por los vitrales. Una colorida congregación de avatares escuchó el sermón: una banana gigante compartía la primera banca de la iglesia con un hombre con camisa y corbata. También estaban presentes un hongo, un zorro y caballeros con armadura.
Al final se turnaron para compartir los motivos por los que llegaron a la comunidad virtual. Algunos lo vieron como algo para complementar, no reemplazar, las reuniones físicas.
Una persona con el nombre de usuario Biff Tannen dijo que era conveniente: “Por ejemplo, aquí en Escocia, hace frío, está húmedo, no es muy agradable estar afuera, pero aquí estoy sentado en esta hermosa iglesia con mi calefacción encendida”.
Otro, representado por un avatar con forma de robot y con nombre de usuario UncleTuskle, dijo que “como persona con fobia social, es más fácil para mí estar aquí” que en una iglesia física.
La realidad virtual puede permitir que las personas se reúnan sin juzgar, sin importar sus habilidades físicas o su apariencia, dijo Paul Raushenbush, asesor principal de asuntos públicos e innovación en la organización sin fines de lucro Interfaith Youth Core y quien fue el anfitrión de un programa virtual de entrevistas el mes pasado al que acudieron líderes religiosos que usan la tecnología.
“Lo que me encanta de esto es que está tomando… cualquier oportunidad tecnológica que se ofrezca y la están aprovechando para reunir a las personas en encuentros positivos”, dijo Raushenbush. “Y están cambiando vidas”.
Alina Delp puede dar fe de ello.
Una exsobrecargo que viajó por todo Estados Unidos durante años y que amaba saltar en paracaídas, ha estado confinada a pasar la mayor parte de su tiempo en su residencia en Olympia, Washington, desde 2010 debido a una rara afección neurovascular llamada eritromelalgia.
Rompió en llanto la primera vez que asistió a un servicio de la VR Church, y supo de inmediato que había encontrado un hogar. Delp se dejó cautivar por el espíritu libre de juicios de la comunidad y su enfoque en “el amor de Dios en lugar del miedo”. Comenzó a trabajar como voluntaria con grupos pequeños y eventualmente se convirtió en pastora.
“Me dieron una vida. Es la diferencia entre pasar incontables horas dormida o viendo televisión y mi capacidad de ser productiva”, dijo.
Soto la bautizó en una ceremonia en el metaverso en 2018, al sumergir su avatar de robot púrpura en una piscina mientras familiares y amigos la animaban virtualmente. Si bien muchos defensores de la realidad virtual creen que esos sacramentos deben ofrecerse solamente en un espacio físico, Delp lo sintió como una verdadera bendición.
“Jesús es quien me bautizó. Jesús es quien me cambia”, declaró. “El agua o la falta de ella… no tiene el poder de cambiarme”.
___
Las periodistas de la AP Jessie Wardarski y Mae Anderson contribuyeron a este despacho.
___
La cobertura religiosa de The Associated Press recibe el apoyo de Lilly Endowment a través de The Conversation U.S. La AP es la única responsable de este contenido.