Richard Davis era el dueño de una pizzería en bancarrota en 1969 en Michigan cuando se le ocurrió la idea de un chaleco antibalas.
La armadura corporal no era nada nuevo, por supuesto, pero Davis pensó que podía hacer algo más liviano que pudiera usarse debajo de la ropa sin ser detectado. Kevlar, descubriría, era la respuesta. Y para demostrar que su invento realmente funcionaba, Davis, un ex infante de marina y showman nato, se sometió a la prueba máxima: se disparó a sí mismo más de 190 veces.
De alguna manera, eso ni siquiera es lo más salvaje de su historia, narrada en el documental “2nd Chance” y que se estrenó el fin de semana en el Festival de Cine de Sundance.
La película, que utiliza nuevas entrevistas con Davis, amigos, enemigos y exesposas, traza la formación de su compañía Second Chance, sus triunfos (salvar cientos de vidas) y tragedias, incluida la muerte de un oficial de policía luego que la compañía comenzara a usar Zylon en su chaleco.
“2nd Chance” es el primer largometraje documental de Ramin Bahrani, el cineasta iraní-estadounidense cuyas películas a menudo exploran y desmantelan las nociones del sueño americano, incluidas “Chop Shop” y “99 Homes” («99 casas»).
Estaba editando su último largometraje, “The White Tiger”, cuando varios productores se le acercaron para proponerle hacer una película narrativa sobre Davis. Pero Bahrani los sorprendió cuando dijo que prefería que fuera más bien documental.
“Traté de ir allí sin saber y sin tener un plan establecido y sólo esperando que la gente me dijera cosas”, dijo Bahrani. “Con los cortos documentales que había hecho, recuerdo llamar a Werner Herzog y preguntarle cuál es el enfoque. Su consejo fue no entrevistar previamente a la gente por teléfono, no hablar con ellos antes de conocerlos. Simplemente comenzar a rodar la cámara y obtener esas interacciones inmediatas”.
Davis es un personaje excéntrico que a veces es sorprendentemente sincero y otras es un narrador poco confiable, lo cual Bahrani explora con una clara empatía.
“Algo de lo que dice puede ser incómodo de escuchar y no estoy de acuerdo con sus posturas. Pero al mismo tiempo, fue encantador, fue amable. Cuando nos aparecíamos todos los días y nos reuníamos con él, cocinaba macarrones con queso para el equipo y nos daba galletas de comer”, recordó Bahrani.
“Lo interesante para mí de Richard fue que no podías sostener que él solo quería ganar mucho dinero. Coincido un poco con su segunda esposa en que no estaba motivado necesariamente por el dinero. Pero sí creo que disfrutaba ser la estrella. Hay algo de narcisismo en él. Hay una capacidad de creer sus propios engaños que me recuerdan a muchas personas en el poder, incluso en este país (Estados Unidos)», continuó Bahrani.
“Me recuerda una versión moderna o dura de ‘All My Sons’ (‘Todos eran mis hijos’) de Arthur Miller, donde el padre tiene una fábrica exitosa que fabrica aviones para la guerra y el hijo llega a comprender que algunos de estos aviones son defectuosos y resultaron en la muerte de pilotos. El padre termina chocando realmente con la fuerza moral del hijo y se suicida. Hay un centro moral en la obra. Aquí, de alguna manera, ese centro moral dentro del propio mundo de Richard parecía estar ausente. Comenzó otra empresa que fue aún más exitosa, o igual de exitosa. Hay algo perturbador en eso”.
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Lindsey Bahr está en Twitter como www.twitter.com/ldbahr.