MAJDAN, Serbia (AP) — Un grupo de migrantes se reunió junto a una pequeña hoguera humeante dentro de un edificio abandonado en el norte de Serbia, los últimos momentos de calor antes de salir a la nieve, hacia la alambrada, las cámaras y los sensores de la cerca electrificada en la frontera húngara.
Regresaron unas horas después, después de que la cerca de tres metros (10 pies) y las frecuentes patrullas policiales húngaras frustraran sus intentos de cruzar. La policía los interceptó y les llevó de vuelto a Serbia.
“Voy a Austria, voy a Alemania, voy a Holanda», dijo Muhtar Ahmad, de 26 años y procedente de Alepo, Siria. Ahmad estaba en cuclillas con otra treintena de migrantes en el campamento improvisado a las afueras del poblado serbio de Majdan, a menos de dos kilómetros (una milla) de la frontera.
“No voy a quedarme en Hungría. ¿Cuál es el problema?”, dijo.
Mientras migrantes de Siria, Afganistán y otros lugares emprenden el último tramo de su largo viaje hacia los países más acomodados de Europa, sus esfuerzos por cruzar de forma irregular a la Unión Europea a través de Hungría -y la controvertida práctica húngara de devolverlos a Serbia cuando son interceptados- los ha convertido en parte de una estrategia electoral con la que el líder nacionalista húngaro espera ganar las próximas elecciones generales.
El primer ministro, Viktor Orban , que según los sondeos enfrentará en abril su votación más ajustada en una década, ha basado su campaña en una firme política contra la inmigración y quiere utilizar la perspectiva de una oleada de migrantes acumulada en la frontera húngara para movilizar a su base de votantes conservadores.
“Este mismo año hemos frenado y detenido (…) a más de 100.000 personas”, afirmó Orban en diciembre en una inusual comparecencia ante periodistas. “Si la cerca húngara no hubiera estado allí, más de 100.000 migrantes ilegales más estarían primero en Austria, luego en Alemania”.
Orban, uno de los críticos más abiertos de la inmigración en Europa, ha dicho que la inmigración amenaza con reemplazar la cultura cristiana del continente y que los migrantes irregulares han llevado infecciones como las de variantes del COVID-19 a su país.
“No queremos ser un país de inmigrantes”, dijo Orban en una entrevista con la radio estatal esta semana.
Conforme se acercan los comicios del 3 de abril, el mandatario ha descrito la presión migratoria actual como mayor que la de 2015, cuando cientos de miles de refugiados llegaron a la UE huyendo de la guerra y la pobreza en Oriente Medio y otros lugares, y cuando ordenó la construcción de la barrera fronteriza.
Pero las cifras publicadas por las autoridades serbias y la agencia europea de guardacostas y fronteras sugerían que había mucha menos gente tratando de entrar en Hungría de lo que afirmaba el líder conservador.
“Es un número un poco mayor que, digamos, hace dos años, pero estas no son grandes cifras. Es un incremento pequeño», dijo Nemanja Matejic, responsable de un centro de recepción de migrantes en la ciudad norteña serbia de Subotica, sobre la cantidad de migrantes actual en la frontera húngara.
Aunque la policía húngara dijo que las autoridades habían interceptado a más de 122.000 personas, los datos de la agencia europea Frontex mostraban 60.540 intentos de cruce ilegal el año pasado en la ruta occidental de los Balcanes, que incluye la frontera entre Hungría y Serbia.
Es más, dado que la mayoría de los migrantes intenta cruzar varias veces, el número de personas es aún más pequeño.
Según el comisariado serbio para Refugiados y Migraciones, hay 4.276 migrantes en centros de recepción en Serbia y otros 1.000 durmiendo al raso.
Frontex ha señalado que la mayoría de los cruces en los Balcanes Occidentales “pueden rastrearse a personas que llevan un tiempo en la región y que intentan varias veces llegar a su país objetivo en la UE”.
Hikmad Serat, de 20 años y de la provincia de Nangarhar, Afganistán, se refugió en un edificio abandonado y asilado cerca de la localidad fronteriza serbia de Horgos este mes cuando una ola de frío llevó las temperaturas hasta los -10 grados Celsius (14 Fahrenheit).
Serat dijo que llevaba 15 meses en Serbia y había perdido la cuenta de las veces que había cruzado a Hungría y sido devuelto por la policía.
“Lo intento muchas veces, 100 veces, más de 100 veces. Todas las veces, la policía me detiene y me deporta de vuelta a Serbia”, dijo Serat.
Esta práctica, en la que la policía niega a los migrantes el derecho a pedir asilo y los escolta de vuelta al otro lado de la frontera, ha sido declarada como ilegítima por la corte superior de la UE e incumple tratados internacionales de asilo.
Matejic, responsable del centro de recepción, dijo que es “típico” que los migrantes intenten cruzar docenas de veces.
“A veces uno lo intenta y va, tiene suerte (…). A veces lo intentan más de 50 veces. Lo intentan una y otra vez”, dijo.
Muchos migrantes han reportado abusos de la policía tras abandonar territorio serbio para viajar a Hungría, Croacia o Rumanía. Las acusaciones, que son muy difíciles de confirmar de forma independiente, incluyen golpizas, destrucción o robo de celulares y migrantes obligados a pasar horas sentados o arrodillados en la nieve.
La policía rumana no respondió a preguntas de The Associated Press. La Policía Nacional de Hungría, por su parte, escribió en un email que “rechaza con firmeza las acusaciones sin base” de abusos a los migrantes.
Sin embargo, Matejic dijo que el centro de recepción de Subotica había documentado 150 casos de fracturas en brazos o piernas.
“A veces les rompen los celulares, la policía. A veces les quitan su dinero. A veces les rompen las piernas. Es una experiencia diferente para cada uno”, dijo Matejic.
Orban ha pedido a la UE que le reembolse al menos a mitad de los costes asociados a construir, mantener y patrullar su cerca fronteriza, que según dice ha ascendido a 590.000 millones de forintos húngaros (1.900 millones de dólares) durante los últimos seis años.
El mandatario, que choca a menudo con estados miembros más progresistas de la UE, también ha amenazado con “abrir un corredor por el que los migrantes puedan marchar a Austria, Alemania, Suecia y donde sea que los necesiten”.
Pese a los riesgos, Faris al-Ibrahimi, un migrante marroquí que estaba en el centro de recepción de Subotica y quería llegar a España, dijo que seguía resuelto después de que la policía húngara le devolviera 27 veces.
“Voy a seguir intentándolo. No voy a rendirme ahora (…) Lo intentaré hasta que tenga éxito», dijo. “Es una aventura. Cruzamos, vamos, nos atrapan, volvemos, vamos de nuevo. Es como un juego para nosotros”.