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Bolsillo venezolano no siente el fin de la hiperinflación

Una mujer camina frente a carteles que muestran los precios de los productos en dólares estadounidenses, frente a una tienda de comestibles en Caracas, Venezuela, el martes 18 de enero de 2022. Según el Banco Central de Venezuela, el país sudamericano Una mujer camina frente a carteles que muestran los precios de los productos en dólares estadounidenses, frente a una tienda de comestibles en Caracas, Venezuela, el martes 18 de enero de 2022. Según el Banco Central de Venezuela, el país sudamericano ha salido de un ciclo de cuatro años de hiperinflación, pero la inflación sigue […] (Matias Delacroix/AP)

CARACAS (AP) — En día y medio de trabajo, el venezolano Jorge Luis Arreaza, de 60 años, apenas ganó cuatro bolívares (menos de un dólar) por cuidar y lavar los carros estacionados en una avenida al norte de Caracas. Antes, por seis autos, ganaba el equivalente a cinco dólares.

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Durante una alocución el pasado sábado, el presidente Nicolás Maduro sostuvo que luego de “mucha paciencia y protección” el país sudamericano ha tenido una inflación mensual de un dígito en los últimos cuatro meses.

“Esto nos hace ser optimistas en haber superado los lastres de la hiperinflación”, afirmó el mandatario, algo en lo que coinciden economistas, aunque estos se muestran más cautelosos y evitan celebrar.

El fenómeno hiperinflacionario ocurre cuando los precios de bienes y productos aumentan más de 50% mensualmente, lo que se traduce en personas pagando más dinero para adquirir menos. Venezuela inició su escalada hiperinflacionaria en 2017, cuando la inflación mensual de diciembre de ese año llegó a 56,7%. La anual cerró en 862,6% para luego llegar a 130.060% en 2018, según datos del Banco Central, que dejó de publicar cifras económicas por cuatro años.

En diciembre del año pasado, el país registró una inflación mensual de 7,6%, cumpliendo 12 meses con una variación menor del 50% en cada uno lo que entra en el concepto tradicional para marcar el fin del ciclo hiperinflacionario. Aún así, la tasa anual escaló a 686,4% dejándola con la inflación más alta del mundo. En comparación, Colombia cerró 2021 con una tasa de 5,62%, mientras que Argentina ascendió a 50,9%, en una región que registra tasas más altas de lo normal, con economías golpeadas por la pandemia.

Aunque Maduro espera que durante 2022 la cifra descienda “con mucha disciplina”, aunque sin dar detalles de acciones concretas, gran parte de la población no ve esto reflejado en sus cuentas, lo que los deja con pocas opciones de ahorro.

“Igual no ha cambiado la situación, para mí está peor. Antes llevaba a casa hasta 8 dólares, ahora si acaso llego a los cuatro”, dice Arreaza al mostrar los bolívares que tiene su bolsillo.

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“El final de la hiperinflación no basta para que haya una mejora en las condiciones de vida de los venezolanos. Tiene que haber un aumento en la capacidad de producción y en la capacidad de exportación. Nosotros hemos tenido una caída en la producción muy pronunciada. El final de la hiperinflación se puede ver como una buena noticia, pero una noticia incompleta”, planteó el economista venezolano Ronald Balza, quien también explicó que el gobierno ha recortado sus gastos, dejando de emitir bolívares al mantener sueldos bajos en las instituciones públicas y sin invertir en mantenimiento de infraestructuras como la eléctrica y hospitalaria.

Lesli Ibarguen, una joven de 19 años, pasa sus días vendiendo almuerzos de arroz chino a un dólar en las calles de la zona popular de Petare, al este de Caracas. En un día bueno, puede lograr 15 dólares de ganancias. “Los precios (de los ingredientes) suben a veces. Para mí, mi trabajo es muy bendecido y le agradezco a Dios, pero tampoco (tengo) para ayudarme con los gastos que realmente necesito todos los días”. Por ejemplo, un kilo de pechuga de pollo pasó de costarle cuatro dólares a seis en una semana.

En el pasado, el gobierno ha dicho que la hiperinflación ha sido “inducida” como parte de una “guerra económica” de la oposición venezolana y las sanciones impuestas por el gobierno estadounidense.

Con el aumento galopante de los precios, el Estado ha realizado dos reconversiones monetarias desde 2018, en los que eliminó 11 ceros a la moneda venezolana como medida para facilitar las transacciones, ya que se necesitaban fajos de billetes para apenas comprar un cartón de huevos, mientras los cajeros automáticos no tenían bolívares, ocasionando largas filas en los bancos.

Para el economista Balza, la hiperinflación también llevó, a quienes tenían el acceso, a pagar en dólares o euros “a consecuencia de la falta de billetes en bolívares” por las altas cantidades que se necesitaban para pagar.

Según la firma económica Ecoanalítica, más del 60% de los pagos en el país se realizan en divisas. El uso generalizado de dólares también llevó a que se dispara su precio en el mercado negro, que ahora se ha mantenido estable por varios meses.

Cuando la hiperinflación comenzó, el país sudamericano vivía una fuerte escasez de alimentos y productos de higiene, con anaqueles de supermercados vacíos y con largas filas de personas intentando comprar -por raciones- lo poco que llegara. En medio de este colapso económico, en 2019 el gobierno venezolano flexibilizó un férreo control cambiario que mantuvo por 16 años, lo que ha permitido que circulen más divisas en efectivo, y que Maduro definió como “una válvula de escape”.

Ahora con anaqueles llenos y locales con productos importados de Estados Unidos o Turquía, la producción venezolana no levanta vuelo. Y con un sueldo mínimo equivalente a tres o cuatro dólares, son pocos los que acceden a precios dolarizados, en medio de una pobreza que abarca a casi 95% de la población, según un estudio independiente del año pasado.

Maduro, durante sus declaraciones del sábado, ubicó la pobreza de 2021 en 17,7% , después de tres años sin actualización oficial.

“Se dice que la hiperinflación se está deteniendo, que ya salimos de ella, que es lo que Maduro también va a presentar como un éxito de algún modo (…) El gobierno no ha publicado las cifras de cuenta nacionales, ni de balanza de pago (…) No vemos cómo esto afecta de modo diferente a muchos venezolanos que estamos en condiciones distintas”, explicó Balza.

En Venezuela es normal que profesionales tengan hasta dos o tres trabajos para aumentar sus ingresos, mientras la economía informal ha aumentado en los últimos años, por lo que muchos viven de lo que ganen en el día y utilizan para comprar los alimentos.

“Quiero empezar un curso y ver lo de la universidad. ¿Qué pasa? Que aquí pienso que se me complica un poco porque obviamente vendiendo arroz no creo que pueda lograr todo eso (…) Quiero una buena estabilidad”, dijo Ibarguen, mientras llenaba sus envases para venderlos.

Balza dijo que es necesario que el gobierno publique estadísticas, como detalles del presupuesto nacional, gasto público y exportaciones e importaciones, algunas de ellas con al menos tres años sin actualización.

“A partir de la información es que se puede considerar la inversión privada en actividades productivas. La información es esencial para tener una economía ordenada. La inflación es sólo uno de los problemas a tratar”, agregó.

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