Además de las actividades conmemorativas de la pasión y muerte de Jesucristo, una de las antiguas tradiciones que se ha mantenido por generaciones es la de no consumir carne roja durante la Semana Santa, especialmente el Viernes Santo, pero ¿por qué los creyentes católicos se abstienen de comer este alimento?
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Por muchos años, la Iglesia señaló que la carne se asocia con el cuerpo crucificado de Jesús y es considerado como una ofensa a Dios ingerirlo en este día. Entonces, por respeto a su Hijo, se impuso como penitencia comer otro tipo de carnes como el pescado, ya que honra la muerte de Cristo en la cruz.
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Otra versión señala que dejar de comer carne roja también significa austeridad durante estos días de reflexión, momento propicio para apartar las acciones ligadas al lujo.
La Iglesia ordena que los católicos practiquen la abstinencia de la carne como una forma de unirnos todos en un espíritu de penitencia, para rememorar la muerte del Señor y someter al cuerpo, al espíritu, privándonos de comer un alimento muy común y apetecido por la mayoría.
El canon 1251 del Código de Derecho Canónico expresa que: “Todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal; ayuno y abstinencia se guardarán el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo”.
Debido a la crisis en algunos países del mundo, donde resulta más difícil comprar alimentos del mar que la carne vacuna, algunas conferencias episcopales hicieron un llamado a los fieles a no limitar su alimentación en estos días y a cambio de esa penitencia pueden ser más solidarios con el prójimo y acercarse al Padre a través de la oración.
Sin embargo, está en cada uno revisar su vida y sus actos y ofrecer a Dios algún tipo de mortificación adicional que los haga reflexionar sobre su comportamiento y respuesta hacia Él.