¿Sabes por qué al mojarse mucho los dedos se arrugan las yemas?

Luego de varias décadas de investigación la incógnita fue develada

Muchos son los que se preguntan y buscan una explicación del porqué las yemas de los dedos se arrugan luego de pasar mucho tiempo en remojo o expuesta al agua, como por ejemplo, cuando se está disfrutando de una linda playa, piscina o incluso por el simple hecho de lavar los platos.

Otra de las incertidumbres es saber por qué este fenómeno sólo sucede en los dedos de los pies y mano; y no en todo el cuerpo, ya que por lógica cuando nos sumergimos al agua se hace con el cuerpo completo.

Ante las dudas, durante varias décadas se investiga científicamente sus diversas razones, pero con resultados pocos convincente. Ahora, gracias a una nueva investigación hizo posible conocer y entender más sobre la situación física.

¿Por qué se arrugan las yemas de los dedos?

Una investigación comandada por Pablo Sáez Viñas, ingeniero en biomecánica de la Universidad Politécnica de Cataluña en España, cuando las capas superiores de la piel se hinchan ligeramente y los niveles inferiores se contraen al mismo tiempo, las arrugas se pronuncian mucho más rápido.

Científicamente se necesitan unos 3,5 minutos en agua tibia (la temperatura considerada ideal es de 40°C) para que las puntas de nuestros dedos comiencen a arrugarse. A temperaturas más bajas de alrededor de 20°C, puede tomar hasta 10 minutos.

La mayoría de los estudios ha concluido que se necesitan unos 30 minutos en el agua para lograr la máxima arruga. El patrón de arrugas depende de la forma en que la capa más externa de la piel, la epidermis, se fija a las capas debajo de ella.

Distintas características

Aunque en lo estético puede parecer negativo, el estudio demostró lo contrario al reflejar características positivas en la arruga de las yemas de los dedos. Para llegar a las conclusiones se necesitó de 500 voluntarios visitantes del Museo de Ciencias de Londres en el pasado 2020, en la que Davis midió cuánta fuerza se necesitaba para que sostuvieran un objeto de plástico.

Aquellos con las manos secas y sin arrugas tenían que usar menos fuerza que las personas con las manos mojadas, por lo que su agarre al objeto era mejor. Pero cuando sumergieron sus manos en el agua durante unos minutos para que sus manos se arrugaran, la fuerza de agarre necesaria cayó entre los dos grupos, incluso si sus manos todavía estaban mojadas.

“El resultado fue sorprendentemente claro. Las arrugas aumentaron la fricción entre los dedos y el objeto. Lo que fue particularmente interesante es que nuestros dedos son sensibles a este cambio en la fricción de la superficie y usamos esa información para aplicar menos fuerza para sostener un objeto de forma segura”, aseguró Sáez Viñas.

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